Fecundina, mujer del campo, tenía ya ocho hijos. Su padre, preocupado, le preguntó por qué tenía tantos. Respondió la prolífica señora: “Es que mi marido me gusta mucho, ‘apá”. Opuso el padre: “Hija: a mí también me gustan mucho mis nietos, pero de vez en cuando me los quito de encima”… El especialista en desastres ferroviarios hizo una observación: “Cuando un tren de pasajeros descarrila, el vagón en que hay más víctimas es el primero”. Preguntó Babalucas: “¿Y entonces pa’qué chingaos lo ponen?”… Don Usurino Matatías era el hombre más avaro de la comarca. Así, las monjitas del Convento de la Reverberación casi se fueron de espaldas cuando le pidieron un donativo para los niños huérfanos y Matatías le ordenó a su secretaria: “Señorita; hágales a las reverendas madres un cheque al portador por 10 mil pesos”. Seguidamente lo entregó a las visitantes: “Aquí tienen”. Vio el cheque sor Bette, la superiora, y le dijo a Matatías: “Perdone, don Usurino: el cheque no está firmado”. “Así lléveselo, madre —replicó el avaro—. Quiero que el donativo sea anónimo”… A las alturas de la vida en que me encuentro muy pocas cosas me sorprenden ya. Historias que a otros asombran me dejan impávido, impertérrito, pues conozco la Historia. Por eso no dije “¡ah!” u “¡oh!” cuando supe lo de la pistola que Madero obsequió —o iba a obsequiar— a Villa y que el presidente de Cuba puso en manos de López Obrador. Sucede que el legendario Doroteo Arango, Pancho Villa, fue maderista de corazón. Lloró como un niño cuando se enteró del asesinato del Apóstol, y guardó siempre memoria viva de él. Rara conjunción, extraño afecto entre aquellos dos hombres tan distintos: el hacendado rico, culto, pacifista, espiritual, y el ranchero de humilde origen, ineducado, violento, con salvajes arrebatos como de tempestad. Pocas cosas, muy pocas, me agradan de López Obrador. Lo veo como un hombre sin letras poseído por ideas elementales y dogmas obsoletos y por una sed insaciable de poder. Hay en su mente grandes confusiones: admira lo mismo a Jesús, el amoroso Cristo, que al Che Guevara, implacable asesino en nombre de una utópica revolución universal. Las ya anacrónicas camisetas con su efigie deberían chorrear sangre. Pero hay algo que me gusta de AMLO: su apego, que creo sincero, a la figura de don Francisco I. Madero, por quien siempre he sentido devoción. Espero que el obsequio que el tabasqueño recibió en La Habana lo haga recordar permanentemente los ideales de libertad, concordia y paz por los cuales dio la vida el coahuilense. El sufragio efectivo que predicó Madero fue lo que llevó a la Presidencia a López Obrador. De AMLO se puede esperar todo, y nada se debe descartar. No está por demás, entonces, decir una vez más que ahora está obligado a respetar la segunda parte del lema maderista; la no reelección… La recién casada se quejó amargamente con su aún flamante esposo: “Cuando éramos novios me dijiste que me ibas a llevar a vivir en una casa estilo barroco, y resulta que me trajiste a una casucha estilo barraca”… Tres guapas chicas iban por el campo. Les pesó tanto el calor que decidieron darse un chapuzón en un riachuelo de frescas y cristalinas aguas que cruzaba el valle. Acertaron a pasar por ahí un viejecito y su pequeño nieto, y no pudieron menos que ver en estado natural a las hermosas jóvenes. Se alejaron prontamente tras de verlas. En eso al maduro caballero le vino en gana desahogar una necesidad menor. Le hizo notar su nieto: “Abuelo: te estás mojando los zapatos”. “¡Caramba! —se admiró el anciano—. Yo creo que me excitó la vista de esas jóvenes, porque lo que me mojo siempre es la bragueta”… FIN.
MIRADOR
VARIACIONES OPUS 33 SOBRE
EL TEMA DE DON JUAN
Don Juan se indigna cuando alguien lo llama “el burlador de Sevilla”.
—A ninguna mujer burlé en mi vida —declara terminante—. A ninguna le prometí matrimonio para dejarla engañada después. Fui un seductor, eso sí. Mi palabra, no mi astucia, llevó a las mujeres a mi lecho. Eso de burlar se queda para los pícaros de barrio.
No hay dama, en efecto, que se queje de Don Juan. Todas guardan de él un buen recuerdo. Desde luego no es su palabra lo que recuerdan más, pero tampoco la olvidan. Todas dicen:
—Si volviera ese hombre me dejaría seducir otra vez por él.
No llamemos, entonces a Don Juan “el burlador de Sevillla”.
Llamémoslo “el seductor sevillano”.
Son cosas bien distintas.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Hará otra gira López Obrador…”
Ya tiene varios convites:
a Chupitango, Guerrero,
a La Hedionda, a Chamacuero,
a Charo y a Chalchihuites.