Blanca Nieves se puso frente al espejo mágico y le preguntó: “Espejito, espejito: ¿cuál de los siete es el papá de mi bebito?”… Don Argento, magnate multimillonario, hombre viejo sin esposa ni hijos, estaba siendo sometido a una delicada operación quirúrgica. En la sala de espera del hospital una nutrida parentela —sobrinas y sobrinos; primos y primas hasta el quinto o sexto grados; cuñados y cuñadas y una variopinta fauna de supuestos familiares consanguíneos y políticos— aguardaba el resultado de la intervención. Apareció de pronto el cirujano en jefe y con cara de circunstancias y voz graves les hizo un solemne anuncio: “Lo siento mucho. No soy portador de buenas noticias. El señor se salvó”… Dulciflor, joven romántica, le preguntó a Libidio, que la cortejaba con asiduidad: “¿Crees en el amor eterno?”. “Claro que sí —respondió el lúbrico individuo—. He tenido seis o siete amores eternos”… Los países de América, al igual que los demás del mundo, se dividen en democráticos y antidemocráticos. México es, todavía, un país democrático. Eso no se debe a López Obrador, para quien la democracia es un estorbo del cual gustosamente se desharía si pudiera. AMLO no aprecia la democracia: se resigna a ella. Su talante tiende al caudillismo autoritario, al totalitarismo, —me atrevo a decirlo— casi a la dictadura. Por eso en el asunto de la Cumbre de Las Américas se puso del lado de los países antidemocráticos, que son como él quisiera que México fuese. Su decisión de no asistir a ese importante encuentro es coherente con la postura que ha asumido en sus relaciones con Cuba, Nicaragua y Venezuela, epítome de la opresión política y el desastre económico. Discúlpenme un momentito, por favor. Voy a consultar qué quiere decir eso de “epítome”, vocablo que no me sonó bien. “Epítome: resumen o compendio”. Gracias por la espera. Desde luego tampoco es bueno que México aparezca como país satélite de Estados Unidos, aunque lo sea por más de un motivo. Así las cosas, la actitud de López Obrador, como casi todas las actitudes, tiene sus pros y sus contras. Esperemos que más allá de la sedeña declaración del Departamento de Estado norteamericano, en la cual se expresa comprensión a la ausencia de AMLO, la decisión del tabasqueño de abstenerse de participar en esa junta no traiga efectos perjudiciales a nuestro país. The big stick no ha desaparecido. Pongo la expresión en inglés porque en español se oye muy feo… Nonito, ingenuo joven, contrajo matrimonio con su novia Loretela. Los recién casados decidieron pasar su noche bodas en un hotel de la ciudad, pues al día siguiente tomarían un vuelo para ir a su luna de miel. Al entrar en la suite nupcial ella exclamó llena de emoción: “¡Solos, mi amor! ¡Solos!”. “Sí —replicó Nonito—. ¿A quién le hablamos?”… “Acúsome, padre —le dijo el feligrés al padre Arsilio en el confesonario—, de que deseo a la mujer de mi prójimo”. Le preguntó el buen sacerdote. “¿Has fornicado con ella?”. “No, señor cura —replicó el hombre—. Me he limitado a desearla”. “Pues de tarugo te pasas —le indicó el padre Arsilio—. La penitencia es la misma”… A un viajero se le descompuso su automóvil en un camino rural. Pidió hospedaje por esa noche en la casa de un labriego. Le preguntó el hombre: “¿Quiere usted dormir con la bebé de la familia o en el granero?”. “En el granero” —respondió sin vacilar el viajero. Al día siguiente salió del sitio donde había pasado la noche y se topó con una hermosa veinteañera de esculturales formas. Le dijo la muchacha: “Yo soy la bebé de la familia. ¿Quién es usted?”. Respondió, mohíno, el individuo: “Soy el pendejo que durmió en el granero”… FIN.
MIRADOR
Las flores del plúmbago pusieron ya su tímido azul en medio de los intensos colores del jardín.
Desde el ventanal miro ese azul que casi no lo es. Si lo vieran los demás azules, que tan azules son —el marino, el celeste, el eléctrico, el de Prusia—, seguramente dirían, desdeñosos:
—Ése no es azul.
A mí me agrada la azulina timidez de las flores del plúmbago. Pienso que le da pena no ser tan azul. Quizá le apena verse bajo el azul del cielo de mi ciudad, que es el más azul de todos los cielos azules que en el mundo hay.
Quisiera yo hablar con estas flores azules que no son azules, pero temo asustarles. Si con ellas hablara les diría que no se mortifiquen por no ser tan azules. Yo, por ejemplo, no me apeno por no ser tan yo. Tiene que haber de todos los azules, así como tiene que haber de todos los hombres, de todas las mujeres, de todos los seres y las cosas. En medio de los colores fuertes, el suave color de las flores del plúmbago es un remanso de tranquilidad, de paz. Y en este mundo cada vez son más necesarias la paz y la tranquilidad.
¡Hasta mañana!
MANGANITAS
“… Juegan mejor las mujeres futbolistas que los hombres…”
Estamos de divos llenos;
cada uno es un gran señor.
Las chicas juegan mejor,
pero cobran mucho menos.