Casó Dulcimela y emprendió con su flamante esposo al viaje de luna de miel. Al día siguiente de la noche nupcial la madre de la recién casada la llamó por el celular y le preguntó cómo le había ido. «¡Maravillosamente, mami! —exultó ella—. ¡Lo único que no pegamos en toda la noche fueron los ojos!»… Babalucas fue con su novia Gerinelda al solitario sitio llamado el Ensalivadero, lugar al que acudían las parejas en situación febricitante. Había luna llena, y el pavitonto aprovechó su resplandor para hacer con las manos sombras chinescas sobre el tablero del automóvil. Figuró un conejito que movía las orejas, un perrito que meneaba la colita y un patito que abría y cerraba el pico. Le preguntó Gerinelda, impaciente: «¿Es eso todo lo que sabes hacer con las manos?»… Don Abundio, el viejo campesino del Potrero, se preocupa por los artículos de crítica que escribo. Me aconseja: «Comprímase, licenciado, comprímase». Eso quiere decir que me contenga. Ahora resulta que debemos estar agradecidos porque Trump se comprimió y nos hizo el favor de no incurrir en uno de sus antiguos exabruptos contra México en la visita que le hizo López Obrador. Sólo un cegato podría dejar de ver que la invitación-citatorio que el Presidente yanqui le hizo a AMLO tenía un claro objetivo electoral. El actual ocupante de la Casa Blanca siente pasos en la azotea, y necesita con urgencia el voto latino, especialmente el de los inmigrantes de origen mexicano, para conseguir su reelección. Así las cosas AMLO y quienes lo acompañaron fueron, como se dice, a hacerle el caldo gordo a Trump. Desde luego el tabasqueño no podía desoír el llamado que el Presidente norteamericano le hizo. Dejar de atenderlo habría sido poner en riesgo el interés nacional. Alguien dijo que la política, lo mismo que la diplomacia, es el arte de comer sapos sin hacer gestos. Aun así yo tengo mis reservas acerca del supuesto éxito de esta visita al mandatario norteamericano. El mero hecho de agradecerle que no trate a nuestro país como una colonia implica ya una forma de coloniaje. La melcocha que se desbordó en las expresiones usadas por los dos Presidentes no asegura un cambio de conducta en el estadounidense, que no puede dar la espalda a sus electores nacionalistas y xenófobos. Pienso que ni Trump ni López Obrador conseguirán lo que buscaron en este encuentro tan decantado y aplaudido. Trump no cambiará su talante racista y discriminatorio y AMLO no obtendrá apoyo sustancial de su «amigou» en temas tales como el de mejor trato a los migrantes mexicanos y la contención del tráfico de armas, entre otros. Al final del día —expresión muy de moda en este tiempo— López Obrador deberá conformarse con los dos regalitos que Trump le hizo: el bate de beisbol y César Duarte… Don Chinguetas comentó: «Anoche mi esposa Macalota y yo logramos la perfecta compatibilidad sexual: a ella le dolía la cabeza y yo no traía ganas»… El papá de Pepito lo invitó a una pizzería con dos de sus amiguitos. Le preguntó a uno de ellos: «¿Qué te gustaría ser cuando crezcas?». «Doctor» —respondió el niño. Le preguntó al otro: «¿Y qué te gustaría ser a ti?». «Ingeniero». En ese preciso instante pasó frente a ellos una hermosa chica de ondulantes curvas. Preguntó el señor: «Y a ti, Pepito ¿qué te gustaría?». Contestó el chiquillo: «Crecer»… La adivina observó con atención su bola de cristal y dijo a las dos parejas de casados que la consultaban: «Uno de ustedes va a ganar el premio mayor de la lotería. La persona que se lo llevará tiene un lunar en forma de media luna en la ingle izquierda». «¡Ah! —exclamó jubilosa una de las señoras—. ¡Felicidades, compadrito!»… FIN.
MIRADOR
Tres cosas no sabemos los humanos, entre muchas otras.
De dónde venimos.
A dónde vamos.
Y cuándo se irá el coronavirus.
Empezamos a desesperarnos, es lo cierto. El encierro se ha prologado mucho, y nos resulta ya desesperante. Sabemos de los riesgos que implica volver a la normalidad, pero ya no aguantamos la anormalidad. Pensamos que lo que a otros les ha pasado a nosotros no nos va a pasar, y cada día que pasa nos sentimos más confiados y tomamos menos precauciones.
Lo cierto es que la epidemia no se ha ido. Y no menos cierto es que el virus no se irá. Seguirá entre nosotros, enemigo invisible, y cobrará nuevas víctimas hasta que no se encuentre una vacuna eficaz que evite el mal.
Mientras tanto oímos las palabras del vocero oficial de la pandemia y las desoímos. Cualquier participante en las redes sociales tiene más credibilidad que él.
Coronavirus.
Al que le tenga que tocar le tocará.
Bueno será, sin embargo, no ponernos en el tocadero.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
«… Regresó AMLO…».
Lamento en forma sincera
el retorno de Obrador.
Mi mañana era mejor
sin oír la mañanera.