Aquel hombre tenía dos esposas, una en un pueblo y otra en el pueblo vecino. Le preguntaban: «¿Cómo puedes hacer eso?». Respondía: «Es que tengo bicicleta». Quienes sabían de su situación lo reprobaban acremente. Y el tipo se sentía ofendido. Razonaba: «Cuando hacía feliz a una mujer todo mundo me alababa. Ahora que hago felices a dos todos me critican. ¿Quién les entiende?». Eran los pasados tiempos del PRI, todavía tan presentes. Cierto gobernador acudió ante el Presidente de la República a darle el parte de novedades que los gobernadores, aquellos virreyes del Primer Mandatario de la Nación, debían rendir a su rey y señor. Le dijo: «Con la muy buena noticia, señor Presidente, de que en las elecciones habidas ayer en mi Estado nuestro partido ganó carro completo: de todas, todas». «Y dígame, señor Gobernador -preguntó el monarca-: las elecciones ¿fueron legales?». Tras una pausa meditativa respondió el visitante: «Legalonas, señor Presidente. Legalonas». Sucede que en aquella época los procesos electorales eran organizados, realizados, vigilados y calificados por los gobiernos de los estados o por el federal. Quienes detentaban el poder, todos pertenecientes al PRI, hacían y deshacían con las elecciones, como sucedió con la tristemente célebre caída del sistema en la época del también tristemente célebre Manuel Bartlett, quien por uno de esos turbios acomodos que en la politiquería se ven pasó de manejar la oscuridad a manejar la compañía de luz. Muchos trabajos, muchos sacrificios, y aun derramamiento de sangre se necesitaron a fin de quitarle al Estado la organización de los procesos electorales y ponerla en manos de los ciudadanos. Para López Obrador, como para todo autócrata, el Estado es más importante que los ciudadanos. Por eso asedia al Instituto Nacional Electoral; por eso mantiene una campaña permanente para desprestigiar al organismo y a los consejeros que no se muestran dóciles a sus mandatos. La mayor parte de los dictadores han llegado al poder por el camino de la democracia, y luego la han anulado. Mencionar aquí a Mussolini y Hitler es incurrir en obviedad. Debemos defender al INE para que en nuestro país siga prevaleciendo el ejercicio democrático. Todo acto contra el INE será un acto contra la democracia, y por lo tanto un acto contra México. Es menester ahora disipar la inquietud que este discurso ha causado en el ánimo de la República. Para cumplir tan encomiable fin aportaré algunos cuentos de humor lene… El gatito adolescente llegó a su casa a horas de la madrugada. Mamá gata lo reprendió con aspereza. El minino protestó: «¡Caramba! ¿Qué no puedo vivir siquiera una de mis nueve vidas?»… La viejecita le propuso al viejecito: «Vamos a caminar hasta la esquina». Tomaditos del brazo echaron a andar. En el trayecto le dijo la ancianita al ancianito: «Ya que vamos a la esquina podemos comprar tu medicina en la farmacia». Objetó penosamente el ancianito: «¿Debemos hacerlo todo el mismo día?»… Aquel hombre tenía un perico. El loro estaba triste siempre, y se negaba a hablar. Lo examinó un veterinario y dictaminó: «Al loro le hace falta una compañera. Si le consigue usted una pareja su mal desparecerá inmediatamente». Ipso facto el dueño del perico fue a una tienda de mascotas, compró una cotorrita en 5 mil pesos y la puso en la jaula del perico. Al poco rato oyó gran escándalo y gritos angustiosos. Acudió a la carrera y vio con asombro que el fementido loro estaba desplumando a la pobre cotorra. Le preguntó, indignado: «¿Qué haces, pajarraco del demonio?». Respondió el salaz perico: «Por 5 mil pesos la quiero encueradita»… FIN.
MIRADOR
Según es bien sabido, el todo es mayor que cualquiera de sus partes.
En cierto lugar del mundo, sin embargo, hay una parte que es bastante mayor que el todo al que pertenece. El todo se apena mucho, desde luego. Se siente insignificante al lado de aquella parte mayor que él. Ha tratado de reducirla, pero la parte se niega a ser menor. «El todo -aduce- lo formamos todos. No tengo por qué ser menor que tú».
Los matemáticos están muy preocupados. Sucede que las demás partes conocieron la rebeldía de su compañera, y todas ahora quieren ser mayores que su respectivo todo, o iguales por lo menos. Si falla el axioma de que el todo es mayor que cualquiera de sus partes quedarán socavados los cimientos de la tradición.
Las partes dicen que esto no es cuestión de tradiciones, sino de equidad y justicia. Y la justicia y la equidad, alegan, no son cuestión de tradiciones.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
«…Encuentran huesos petrificados en un arroyo…»
Esos huesos neolíticos
-gran hallazgo singular-
sólo se podrán salvar
si no los ven los políticos.