Ya no se usa eso de llamar al pan pan y al vino vino. Pensé tal cosa cuando leí el reporte oficial de la captura de Caro Quintero, donde se dice que en la aprehensión del delincuente participó “un elemento canino”. Dije para mí: “¿Por qué no ponen simplemente “participó un perro”? Después tuve que pronunciar las frases tan usadas en las comedias españolas del pasado siglo: “Ahora caigo” o “Ahora lo comprendo todo”. Y es que el tal “elemento canino” no es perro: es perra, aunque lleve nombre de másculo: se llama Max. Sucede en este caso lo contrario que con Lassie, la famosa perra de las películas de Hollywood en los años cuarentas y cincuentas. “Lassie” es una expresión popular que en inglés significa algo así como “muchachita”, y resulta que “la perra más famosa del mundo” no era perra, sino perro, uno de nombre Pal. Los camarógrafos se veían en apuros para que no se vieran en la pantalla los eminentes atributos de macho del perro que la hacía de perra.¿Por qué quien redactó el informe de la captura del tan buscado y tan oportunamente hallado capo no usó la palabra “perra” para designar al sabueso hembra cuyo fino olfato llevó a la aprehensión del delincuente? Aquí volvemos al temoso tema de la discriminación por género. La palabra “perra” es malsonante, a diferencia de su equivalente masculino. Injuria grave es llamar a alguien “hijo de perra”, en tanto que no existe la frase “hijo de perro”. No es el único caso. Decir que un hombre es un zorro es afirmar que es listo, astuto, inteligente. Calificar de “zorra” a una mujer es atribuirle el oficio más antiguo del mundo. Un “hombre público” es un político; una “mujer pública” es cosa bien distinta. Por eso a la pobre Max se le llamó “elemento canino” en vez de decir lo que es: una perra. He aquí otro caso en el cual lo políticamente correcto es sumamente incorrecto y muy poco político. A propósito de olfatos finos recordemos la desaconsejable historia del estrafalario tipo que llegó a comer en una pequeña fonda. Rechazó la carta o menú que el mesero le ofrecía, olfateó los cubiertos que había sobre la mesa y pidió: “Me da la sopa de fideos, el pollo en mole y de postre la gelatina de frambuesa. ¡Ésa era exactamente la comida del día! El mesero fue a la cocina y le dijo a la mujer que trabajaba ahí: “Cuca: yo creo que no estás lavando bien los cubiertos. Con sólo olerlos un cliente supo lo que tenemos en el menú del día”. “Los estoy lavando bien -afirmó Cuca-, pero cuestión de lavarlos mejor por si regresa el tipo ése”. Regresó, en efecto, al día siguiente; otra vez oliscó los cubiertos y adivinó de nuevo lo que había para comer: crema de poro y papa, costillas de cerdo en salsa de chipotle y de postre arroz con leche. El mesero volvió a pedirle a Cuca que lavara mejor los cubiertos. Lo mismo sucedió los siguientes días: el extraño individuo olía los cubiertos y acertaba con el menú del día. El mesero, exasperado, le reclamó a Cuca: “Estás haciendo mal tu chamba; no lavas bien los cubiertos y yo soy el que paso las vergüenzas allá afuera”. Entonces la que estalló fue Cuca. Le dijo con enojo al camarero: “Ya me tienen harta tú y ese sujeto. Si mañana regresa avísame cuando lo mires venir. Ya verás lo que le voy a hacer”. En efecto, al día siguiente volvió el tipo. El mesero fue y le dijo a Cuca: “Ahí viene el señor ése”. Entonces Cuca tomó unos cubiertos, se los pasó por el arco del triunfo y los puso en la mesa donde se sentaba el hombre. Tomó el individuo los cubiertos, y ante el espanto del camarero se los llevó a la nariz y los olfateó brevemente. Luego le preguntó al mesero: “Oiga: ¿qué aquí trabaja Cuca?”… FIN.
MIRADOR
Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan.
El amigo de Don Juan le preguntó:
-¿A cuál de todas las mujeres en tu vida amaste más? ¿A doña Inés, la inocente novicia del convento? ¿A doña Elvira, que siendo ajena la volviste propia? ¿A doña Sol, que renunció a la rica herencia de su padre por seguirte? ¿A Helga, la flamenca de rubias trenzas y opulento busto? ¿A Aixa, la mora de profundos ojos negros y apasionado corazón? ¿A Lola, aquella napolitana de quien decíamos todos: “Ver a Lola y después morir”? ¿A cuál de ellas, o a cuál de todas amaste más?
Don Juan pensó por un momento -o recordó por un momento- y luego respondió:
-La mujer a la que más amé fue aquella que nunca tuve.
¡Hasta mañana!
MANGANITAS
“…Los regios llevan agua
de Saltillo a Monterrey…”
Aceptarán, si hay nobleza,
un acuerdo que se fragua:
nosotros les damos agua,
y que ellos nos den cerveza.