“¿Creen ustedes que debo hacerme la vasectomía?”. Eso les preguntó aquel señor a sus hijos. “Sí, papá” —respondieron los 18… Babalucas quiso saber cuánto le cobraría la sexoservidora de la esquina. Le informó ella: “Depende del tiempo”. Replicó Babalucas: “Digamos con temperatura de entre 20 y 25 grados, vientos leves y cielo despejado”… El consejero matrimonial les dijo a los esposos mal avenidos: “El matrimonio es una cosa de toma y daca”. “Ahí está nuestro problema —declaró el marido—. Yo tomo mucho, y ella no daca nada”… Dos caballeros de edad más que madura conversaban en una banca del parque. Dijo uno: “Estoy muy mal. Todo me duele; nada me funciona”. “En cambio yo —manifestó el otro—, estoy como un bebé de tres meses de nacido”. “¿De veras?” —se admiró el primero. “Sí —confirmó el otro—. Sin dientes, sin pelo, y creo que ya me hice”… “¡Aguas!”. Esa popular expresión sirve como advertencia para evitar un inminente riesgo que nos amenaza, como por ejemplo el vehículo que viene cuando nos disponemos a cruzar la calle. Desde luego no es nuevo tal modismo. Se usaba ya en tiempos de la Colonia para avisar a la gente que del interior de una casa se iba a lanzar hacia afuera, por la puerta o la ventana, el agua sucia del fregado o el contenido de la bacinica, más púdicamente llamada borcelana, perica, necesaria, miravisiones o tibor. Pues bien: hoy digo “¡Aguas!” al pensar en las elecciones que habrá el próximo año en el Estado de México y en mi natal Coahuila. Lo digo porque estoy seguro de que MORENA pondrá en ejercicio ahí todas las malas artes que se vieron en su proceso electoral reciente. Si en esa ocasión los morenistas las usaron internamente, unos contra otros, en el 23 las emplearán para ganar a toda costa la contienda en aquellas dos Entidades, ambas de importancia capital para la 4T por ser bastiones priístas. Como todo cacique político, López Obrador lo quiere todo para sí, y hará lo que sea con tal de apoderarse de esos Estados. Sus huestes, entonces, echarán mano de todas los recursos, legales e ilegales, para llevarse el triunfo. Quienes queremos que las elecciones sean limpias, y no amañadas por el régimen y sus mapaches, estamos preocupados con razón, y con razón también decimos desde ahora: “¡Aguas!”… El cuento que viene en seguida pertenece a la época del terrorismo internacional, cuando hombres armados se apoderaban de aviones comerciales en vuelo y exigían ser llevados a tal o cual país. Desde esos años las cosas han cambiado mucho. Han cambiado los aviones, han cambiado las normas de seguridad. Incluso las azafatas han cambiado. En un jet de pasajeros que volaba sobre el mar un individuo se puso de repente en pie, se dirigió a la cabina de mando y le puso al piloto una pistola en la cabeza. Le ordenó: “¡Llévame a Cuba o te mato!”. El piloto no perdió la calma. Le dijo al terrorista: “Si me matas el avión caerá en picada y moriremos todos”. El sujeto, entonces, amenazó al copiloto: “¡Llévame a Cuba o te mato!”. Con igual firmeza respondió éste: “Soy el navegante que dirige el vuelo. Si me matas perderá el rumbo el piloto; se agotará el combustible; se desplomará el avión y pereceremos todos”. Seguidamente el terrorista fue hacia la azafata: “Haz que me lleven a Cuba o te mato”. La joven mujer se inclinó sobre el terrorista y le dijo algo al oído. Ante el asombro de todos el tipo se echó a temblar, le entregó la pistola a la azafata y permitió mansamente que lo esposaran. El piloto le preguntó a la azafata: “¿Qué hiciste para que el terrorista te entregara su arma y se rindiera?”. Respondió la chica: “Le dije: ‘Si me matas tendrás que hacerles al piloto y al copiloto lo que les hago yo’. Y le conté lo que les hago”… FIN.
MIRADOR
A este hombre la vida le queda grande.
Hubo un tiempo —¡tanto tiempo hace!— en que la vida le quedaba bien, a la medida. Eso era porque tenía sueños y vivía para realizarlos. Sufrió un fracaso, sin embargo, y se desanimó. Dejó de soñar; dejó de esforzarse en realizar sus sueños, y por tanto dejó de vivir.
Ahora ya no vive.
Sobrevive, nada más.
Por eso la vida le queda grande.
Yo lo incito a soñar, pero no sueña.
Yo lo incito a esforzarse, pero no se esfuerza.
Yo lo incito a vivir, pero no vive.
Debería llevar una lápida consigo: “Aquí yace…”.
Muchos que han muerto siguen vivos en el recuerdo.
Muchos que parecen vivir han muerto ya.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“… Decenas de circos
dejaron de funcionar…”
Muchos han sido cerrados.
Desaparecieron ya.
Sólo se mantiene la
Cámara de Diputados.