Un amigo de Capronio le preguntó: «¿Alguna vez has discutido con tu esposa?». Se quedó pensando el majadero y luego respondió: «Una vez la ubiqué»… ¿A qué viene ese necio cuentecillo en el cual aparece el tal Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, que al contestar como lo hizo puso a su esposa en situación de desventaja frente a él? Uso el incivil relato para ilustrar el significado de la palabra «eufemismo». Eso de decir «la ubiqué» es eufemismo: el uso de una expresión agradable para manifestar una idea desagradable. Por ejemplo, don Simón Arocha, querido personaje del norte de Coahuila, jamás decía que una mujer estaba embarazada: decía que estaba «enferma de gustos pasados». Cuando una señora daba a luz solía decirse que había «salido de su cuidado». La esposa de un paisano mío de Saltillo, dio a luz en la Ciudad de México. El marido envió un telegrama a la familia: «María salió de su cuidado. Mañana salgo yo». Siguiendo con los eufemismos, mis tías solteras, púdicas y recatadas, no usaban la palabra «caca», con perdón sea dicho: decían «panfué». A la bacinica la llamaban «la necesaria», «la perica» o «el tibor»; a los huevos les decían «blanquillos», y «uno tras otro» al chorizo. Mamá Gracia, bisabuela mía, consideraba cosa inconveniente pronunciar la palabra «parto» cuando rezaba el rosario en presencia de señoritas. Decía entonces: «Virgen Purísima antes del éste, en el éste y después del éste». En Tabasco la gente de antes no decía «rajarse», lo cual es gran torpeza que se oye sumamente mal: decía «patrasearse». Algunos norteamericanos emplean todavía la exclamación «¡Gee!» a fin de no decir el nombre de Jesús, con el que jamás bautizan a sus hijos. La copa de nieve que se iba a llamar «Sunday» se llamó finalmente «sundae», pues hubo protestas en el sentido de que el nombre original profanaba el día del Señor. Pues bien: un funcionario estadounidense usó un eufemismo al decir que intentar cruzar ilegalmente la frontera «pone en peligro la vida de los ciudadanos mexicanos». Lo que en verdad quiso decir fue: «Aténganse a las consecuencias, que pueden llegar hasta las últimas». El terrible suceso de las Torres Gemelas trajo consigo una corriente de xenofobia en Estados Unidos. La antigua y generosa idea del «melting pot», el crisol de las razas, ha desaparecido. Por tanto mejor haremos en procurar que desaparezca la injusticia propia; de ese modo no tendremos que seguir lamentando por siempre la injusticia ajena… La hermosa y buena niña, sentada en el regazo de su abuelita, le preguntó con dulce voz: «Dime, abuelita, ¿qué es un amante?». La anciana se quedó pensando un momento. Luego lanzó un gran grito y se levantó como impulsada por un resorte. Corrió hacia el gran ropero de su alcoba y abrió con ansiedad la recia puerta de doble hoja. Del interior del ropero cayó un esqueleto. «Mira, hijita -le dijo entonces, desolada, la abuelita a la pequeña-. Eso era un amante»… El muchacho se topó con su novia después de algunos meses de no verla. Lucía ella las evidentes señas de un avanzado embarazo. «¡Flordelicia! -exclamó el muchacho al mismo tiempo con sorpresa e inquietud-. ¿Estás embarazada?». «No -respondió la chica secamente-. Es un simple caso de obesidad»… En el baño de vapor el esmirriado señorcito pasó junto a un tremendo hombrón. «¡Caramba, amigo! -le dijo admirado-. ¡Lo felicito! ¡Qué generosa fue con usted la naturaleza! Míreme en cambio a mí: tengo muy poco». «Dígame -preguntó el otro-. Lo suyo, ¿funciona bien?». «No hay quejas -respondió con orgullo el chaparrín-. Jamás me ha hecho quedar mal». Arriesgó tímidamente el fortachón: «¿Cambiamos?». (No le entendí)… FIN
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que escuchó el Magnificat de Bach, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas como siempre- y continuó:
-Dios, que expulsó del Paraíso al hombre y la mujer, no expulsó de él a los animales. Eso quiere decir que no han perdido su inocencia. Nosotros, en cambio, pervertimos la animalidad original que había en nosotros, y hemos llegado al extremo de considerar malo, bajo y sucio a lo que de animal hay en nosotros.
-Hemos complicado con mil absurdos prejuicios la santa simplicidad de nuestro instinto -siguió diciendo Jean Cusset-. Alguna vez quizá, después de veinte siglos más de errores, y luego de una larga y penosa evolución espiritual, llegaremos de nuevo a ser otra vez tan puros y tan inocentes como los animales.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
Por AFA
«…En el Cáucaso la gente vive hasta 120 años…»
Pensé algo muy incivil
tras meditar con ahínco:
ahí el de 95
es del sector juvenil.