La tomó en sus membrudos y pilosos brazos y se perdió con ella en las heladas cumbres. El explorador del Himalaya se quedó como quien ve visiones cuando el Abominable Hombre de las Nieves le arrebató a su esposa. No duró mucho la desazón del hombre: al día siguiente apareció la señora, que le dijo con una gran sonrisa: «¡Buenas noticias, Malorio! ¡El Abominable Hombre de las Nieves no es tan abominable como dicen!». «Todos mis males provienen del alma» -suspiró doña Chacosa, señora que padecía reumas, ciática y lumbago entre otros variados alifafes. Su vecina le preguntó; «¿Cómo esos males te pueden venir del alma?». «Sí -confirmó doña Chacosa-. Del almanaque». En un partido de beisbol de Grandes Ligas un pelotero latino se dispuso a recibir los lanzamientos del pitcher, pero antes trazó con su bate una cruz en el suelo al lado del home plate. El legendario Yogi Berra, que era el catcher, borró la señal con su mascota -así se llama el guante que los catchers usan- y le dijo al bateador: «Deja que el Señor se limite a ver el juego». Recordé esa anécdota a propósito de lo que comentó López Obrador sobre la negativa del INE a dar el registro al partido de Margarita Zavala. Dijo que ante ese hecho los católicos y evangélicos que apoyan a la 4T opinarán que la tal negativa fue justicia divina. Yo pienso que el buen Dios es por completo ajeno a los tejemanejes de la politiquería, y que ni siquiera se ocupa en ver ese juego, generalmente aburrido y siempre lleno de marrullerías. Lo cierto es que ya hay demasiados partidos en México. La señora Zavala fue una excelente Primera Dama, cuando aún existía esa figura. Íntegra, sencilla, no incurrió ni en frívola corrupción ni en pedantería seudointelectual. Luego, juntamente con su esposo, dio la espalda a un legado político e ideológico valioso, y ambos tomaron un rumbo que no los ha llevado a buen destino. La imagen de Felipe Calderón presenta sombras que no ayudan al proyecto de su esposa, proyecto divisivo que favorece al régimen morenista al debilitar la opción que eventualmente podría representar el PAN, partido en el que los esposos Calderón Zavala militaron desde su más temprana juventud, que los llevó al poder, y al que luego abandonaron. El despecho y los rencores no son buenos consejeros en materia de política. Si a eso se añaden las turbiedades de la grilla politiquera y el influjo del poder supremo en las decisiones electorales se entenderá por qué el partido que encabeza doña Margarita no obtuvo su registro. Maneras hay para seguir buscándolo, pero entretanto no creo que la causa de la democracia en México se haya visto muy perjudicada con esta decisión del INE, “haiga sido como haiga sido”. Don Chinguetas, marido casquivano, tenía aquella noche una cita galante. En un bar de ésos a los que van las mujeres a buscar marido y los maridos a buscar mujeres había conocido a una de buenas prendas físicas, con cintura y moral flexibles, combinación muy atrayente para un hombre como don Chinguetas, que se sentía un Don Juan sin poseer el don. Había obtenido de esa dama la promesa de que aquella noche lo acompañaría «a un lugar íntimo, discreto y acogedor», según describió el salaz señor al Motel Kamawa. Para efectos de la erótica cita don Chinguetas llamó por teléfono a su esposa, doña Macalota, y le dijo: «Hoy no me esperes a cenar. Tengo mucho trabajo en la oficina. Calculo que no llegaré a la casa sino después de las 12 de la noche». Cómo se quedaría el tarambana cuando su mujer le respondió: «¿Puedo confiar en eso?». Bien decía el viejo dicho: «También en San Juan hace aire». FIN.
MIRADOR
Según es bien sabido el pez grande se come al chico.
Sin embargo yo conocí a un pez grande que no se comía a los peces chicos.
Los demás peces grandes lo veían con malos ojos. Murmuraban de él; decían que era un desprestigio para el gremio de los peces grandes, pues no cumplía su tradicional deber de comerse a los peces chicos.
El pez que digo no hacía caso de las murmuraciones, y seguía sin comerse a los peces chicos. Antes bien los protegía. Entre otras cosas que hacía en su favor les avisaba cuando venían los peces grandes a comérselos, de modo que pudieran ponerse a salvo.
Decían con gratitud los peces chicos:
-¡Éste sí que es un pez grande!
Comparto esa apreciación. Los peces grandes que ayudan a los peces chicos en vez de aprovecharse de ellos son verdaderamente grandes.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
«…Suben los precios…»
El comentario citado
no es ninguna novedad.
Los precios, es la verdad,
nunca jamás han bajado.