México, 1 jun (EFE).- Ante la posibilidad de que la marihuana se legalice en México, nuevas formas de consumo van abriéndose paso. Dejando a un lado el porro, fumar en vaporizadores o en las futuristas y discretas «plumas» ayuda a hacer más amable la imagen del fumador y romper así con viejos estigmas sociales.
En este lavado de imagen de la planta tiene mucho que ver el afán de negocio, pues de acuerdo con expertos consultados por Efe, el cannabis es una nueva mina de oro que explotar tan pronto se regule su consumo.
Según explica este viernes a Efe la mercadóloga Julia Olivares, la naturaleza del mercado es adaptarse a las necesidades del consumidor y adelantarse a posibles «booms». Por ejemplo, en un mundo no tan lejano en el que la marihuana se compre en supermercados.
LEGALIZACIÓN:
En octubre de 2018, la Suprema Corte estableció jurisprudencia para el consumo recreativo de marihuana al considerar inconstitucional la prohibición absoluta a su uso lúdico.
Además, desde enero de 2016 se importan a México productos que contienen cannabidiol mediante el permiso otorgado por la autoridad regulatoria sanitaria, a pacientes que necesitan este producto y sin necesidad de un mandato judicial.
Así, aunque en México no está todavía legalizado el consumo, los productores ya trabajan en productos de uso tanto recreativo como medicinal.
Porque dentro del Plan Nacional de Desarrollo del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador se incluye la regulación de la marihuana como medida contra el narcotráfico, para obtener ganancias y para minimizar riesgos.
Entre tanto, estos nuevos artefactos para fumadores ya circulan por México, aunque con más discreción que en Estados Unidos, donde en algunos estados, como California, la planta es totalmente legal.
LOS CONSUMIDORES:
En Ciudad de México se ha popularizado fumar en vaporizadores o pluma, un dispositivo electrónico que parece un bolígrafo.
Federico Trava, un médico de 30 años y consumidor habitual, dice a Efe que aunque «el porro es el rey y la manera más común de consumir marihuana», no es inmune a los prejuicios de la gente.
En cambio, el vaporizador que lleva encima, metálico y del tamaño de un puro, sí lo es. «Esto (el aparato) ayuda muchísimo a acabar con el estigma de cómo te imaginas al pacheco (fumador de marihuana), siempre con las rastas o el porro», asegura.
Y agrega, «tú me ves a mí y yo no tengo la imagen de alguien que consume este tipo de productos», dice Federico, que acude a la entrevista bien vestido y tiene trabajo y pareja estable.
Aunque no fuma durante su jornada laboral, al salir, de vuelta a casa, fuma en el vaporizador mientras conduce. Le relaja, dice.
También considera que es ideal usar este aparato cuando uno está en un bar, en el cine o por la calle caminando dando un paseo.
Otro consumidor habitual es Alonso García (nombre ficticio), en su veintena y dedicado a las artes escénicas, explica a Efe que eligió consumir en pluma por ser práctica y discreta.
«Si estás fumando porro o pipa en la calle de inicio ya tienes que esconderte un poco. Ya te ves raro y la gente te percibe raro. Y luego huele muy intenso, y ya te ven como mal. Pero si fumas con el lápiz la gente ya ni te voltea a ver» pues los vaporizadores ya están muy normalizados, explica.
Según cuenta, el aparato -que se autoregaló en su cumpleaños- le costó unos 600 pesos mexicanos (31 dólares), mientras que las cargas de wax (un aceite de marihuana con efectos psicoactivos) suelen oscilar entre los 900 y los 2.000 pesos (entre 47 y 104 dólares).
La compra todavía es clandestina y la creación de estos aceites experimental.
Sobre el efecto, cuenta que para él es más ligero con la pluma o vaporizador que con el porro. «Estás más consciente, no estás tan pacheco (colocado)», dice.
«Para el trabajo puede ser funcional, pero creo que el tema de dónde y cuándo fumar depende mucho de la persona», considera luego.
Alonso pasa la mayor parte del tiempo trabajando y eso no le impide consumir marihuana diariamente, aunque según dice, muchas veces modula la dosis dependiendo de la situación.
UNA CUESTIÓN DE MERCADOTECNIA:
Ambos consumidores coinciden en que la estilización del consumo puede ayudar a acabar con el estigma y que la mercadotecnia puede hacer mucho al respecto.
«La mercadotecnia rige la imagen que tenemos sobre cualquier producto. (…) Podrían venderlo como algo más ‘in’ (de moda) y dejar el estigma de pacheco», defiende Federico.
Alonso, por su parte, cree que si algo es más bonito, aunque sea una droga, va a estar mejor percibida por el resto. Ríe al escuchar que la pluma es el iPhone de los que fuman marihuana.
El psicólogo Ricardo Trujillo cuenta a Efe que el éxito de este tipo de productos se basa en el concepto de «plus de goce».
«Así como el concepto de plusvalía en (Karl) Marx de que el producto tiene algo más allá de su propio valor. Lo mismo sucede en el consumo, el producto tiene algo más que nos da esa sensación de cercanía con el poder», explica.
La marihuana, cuyo consumo se popularizó en movimientos contraculturales, parece hoy destinada a ser absorbida por el capitalismo, concluye reflexivo.