México, 1 dic (EFE).- El mexicano Joselito Adame cortó tres orejas, por lo que se apuntó como el triunfador y salió por la puerta grande de la Plaza México, en la quinta corrida de la Temporada Grande este domingo.
Los españoles Pablo Aguado, que confirmaba alternativa, y Enrique Ponce, obtuvieron silencio y pitos al final de sus labores. Mismo resultado que el mexicano Fabián Barba.
Los seis toros de Reyes Huerta y los dos de Jaral de Peñas, muy justos de presentación y juego desigual, estuvieron por encima de los espadas en líneas generales.
Destacaron cuarto, de Jaral de Peñas, y séptimo, de Reyes Huerta, por su casta y recorrido. La plaza de toros de la capital mexicana registró más de tres cuartos de entrada.
Tras cuatro corridas en las que los toros brillaron por su mansedumbre, en la quinta, las dos ganaderías seleccionadas enviaron a la Plaza México un encierro que al menos ofreció opciones de triunfo a todos los espadas.
Sin duda, el mejor lote se lo llevó el mexicano Joselito Adame. Sus dos rivales recibieron arrastre lento y facilitaron la puerta grande al matador de Aguascalientes.
Con su primero, Adame estuvo muy impreciso en todas las fases y tercios. Empezó el de muleta con las rodillas en el suelo. Era un toro idóneo para citar de lejos muy quieto.
Esa quietud tampoco la alcanzó Joselito cuando, ya de pie, toreó en tres tandas con la derecha en la que si bien logró ligar tres pases en cada una, siempre estuvo nervioso dejándose tocar continuamente la tela por el de Jaral de Peñas.
A partir de ahí faena de pases sueltos sin mando alguno a un toro para un toreo muy serio y profundo. Tras unas bernardinas estoqueó recibiendo, pero hubo de recurrir al descabello, lo cual realizó con gran acierto.
Los pitos, que ya se mezclaron con los olés durante la faena, aumentaron al recibir el primer apéndice.
De nuevo la suerte sonrió a Adame en el sorteo. El séptimo de la tarde era mucho más dócil que el de Jaral de Peñas, pero tenía mucho recorrido y tomaba la muleta con alegría.
Lo único reseñable de la faena de Joselito Adame fue que tomó desde el inicio la muleta con la mano izquierda y aunque en ningún momento logró ligar más de dos pases, al menos salieron de su muñeca naturales ceñidos, vertiginosos y profundos. Eso fue lo único de interés.
Con la derecha toreó con el pico, sin ligar, y la segunda mitad de su faena de muleta la realizó en la cara del toro, ahogando su embestida, en paralelo, con el arco de las piernas muy abierto, haciendo ir y venir al animal por la muleta.
Optó por circulares para rematar y de nuevo, tras una buena estocada, requirió de descabello.
El juez que el otro día defendió el toreo estructurado y puro negándose a facilitar, con razón, la puerta grande Juan Pablo Sánchez, hoy se dejó llevar por el público que menos frecuenta La México.
De nuevo muchos aficionados pitaron los trofeos de Joselito Adame.
Pablo Aguado, en su confirmación, se equivocó con el que abría plaza por estar más pendiente de templar que de mandar y desaprovechó un gran pitón izquierdo.
Nada pudo hacer con el que cerraba el festejo, muy manso y parado, el peor toro que salió de chiqueros.
A Enrique Ponce se le vio muy fuera de sitio y forma. Su primero tuvo la suficiente casta para irle esquinando y a su segundo, manso y complicado, simplemente no lo quiso ni ver. Muchos pitos acompañaron la comparecencia del valenciano.
Fabián Barba fue incapaz de enfrentar a sus dos encastados rivales. La tarde de cuatro toreros y cuatro horas de duración no dejó nada memorable salvo un par de banderillas de Gustavo Campos, del que salió andando, y el valor de los monosabios en los derribos de las monturas durante tercio de varas.
Borja Ilián