Éste es un festejo del Día de la Madre atípico, el segundo que por las circunstancias de la pandemia se tiene que celebrar de manera diferente.
Aunque restaurantes, centros comerciales y demás negocios de comercios y servicios ya tienen puertas abiertas, todavía habrá gente que se tome las cosas con cautela buscando no estar en aglomeraciones, en lugares de riesgo sanitario.
Pero siempre que llega esta fecha, todos nos preguntamos “¿qué le regalo a mi mamá?”, y se apodera de nosotros el consumismo y las ganas de comprar todo, porque ella se lo merece.
Pero hagamos un análisis, al ser éste un festejo diferente, pensemos: ¿qué le gustaría recibir?, ¿qué le gustaría escuchar?
Suponemos que algo así como “no tengas miedo, esto también va a pasar”.
Ha sido un año de miedo, de incertidumbre, de muchas amenazas alrededor, las principales, de salud y económicas.
De salud porque no se nos olvida que estamos en medio de una pandemia, ocasionada por un virus todavía desconocido pero que le ha arrebatado la vida a familiares, amigos, conocidos, vecinos, compañeros de trabajo.
De economía, porque se cierne la sombra del desempleo, muchos padres de familia se han quedado sin sustento para mantener a los hijos, y lamentablemente nuestras autoridades, algunas, no han estado a la altura no para ofrecer ayuda, sino para impulsarnos.
Tenemos miedo porque el tener a los hijos y posiblemente al marido por mucho tiempo en casa no a todos nos ha unido como familia, lamentablemente. Hemos tenido el tiempo de ver los defectos de la pareja en lugar de ver las virtudes, hastiados por estar juntos sin pensar en que es una oportunidad para afianzar los lazos familiares.
Un gran reto es también que la educación de nuestros niños corra por nuestra cuenta, pues si no estamos preparadas tal vez ya ni nos acordamos. Nos partimos en cachitos para tener la casa limpia, al marido atendido, a los hijos pulcros y además ser maestras, enfermeras, choferes, psicólogas, amas de llave, todo, absolutamente todo gira alrededor nuestro y no somos valoradas, nunca nos dan un gracias a pesar de que todo lo hacemos con profundo amor y tolerancia.
Y las mujeres que estamos en el mercado laboral tenemos doble trabajo, al que tenemos que asistir y al regresar al hogar, porque ahí siguen las tareas.
Este festejo del Día de la Madre será atípico nuevamente, pues si tenemos la dicha de contar con nuestra mamá tendremos que visitarla con la mayor precaución posible, pues no debemos soslayar que forman parte de la población vulnerable y que aunque se aconseja no asistir a reuniones la mayoría va a pasar por alto el consejo.
Pero si nuestra madre ya no está será doblemente difícil, primero por el constante sentimiento de soledad de los que ya no tenemos la oportunidad de verla, de abrazarla y segundo, porque nuevamente no tendremos la posibilidad de ir a los panteones a rezar por ellas, pues otra vez permanecerán cerrados, otra vez a causa de la pandemia.
“Quiero un 10 de mayo diferente, algo pensado en mí, no que vayan a comer a la casa esperando a ver qué preparé, quiero que me sorprendan, es un día al año, ya mañana seguirán las obligaciones.
De los hijos quiero escuchar que me quieres, no que yo te pida que me lo digas. Quiero un abrazo que signifique compañía, nada más. Quiero sentir a mi familia cerca, que de vez en cuando me llamen por teléfono no porque necesiten algo, sino para saber que están ahí.
Quiero que este día, sólo por hoy, estén conmigo”.
Suponemos que eso es lo que cualquier madre querría escuchar hoy en éste, su día.