Ciudad Juárez, (México) 7 jun (EFE).- Situado cerca de la periferia de la fronteriza Ciudad Juárez, el albergue para migrantes El Buen Pastor acoge a 120 personas provenientes de varia partes del mundo con historias y experiencias distintas pero un mismo propósito: obtener asilo en Estados Unidos.
El pastor que coordina el albergue, Juan Fierro, declaró este sábado a Efe que desde finales de octubre del año pasado, cuando inició la inusual llegada de migrantes a la ciudad, han atendido a esta población sin cesar.
Migrantes que vienen desde el interior de México, pero sobre todo de otros países como Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Cuba, Venezuela, Brasil, Uganda, El Congo, Camerún, Irak, y Rusia, han pasado días, incluso meses alojados dentro de las habitaciones del albergue.
A pesar del constante paso de personas con diferentes creencias y culturas, la dinámica del albergue no cambia mucho, pues todos los días por la mañana, comentó el pastor, realizan «un pequeño devocional y después las mujeres nos ayudan a preparar los alimentos».
Actualmente, El Buen Pastor puede recibir a 60 migrantes, pero su coordinador mencionó con orgullo que durante el invierno estuvieron albergando a 260 personas: «Pegaditos, uno con otro, colchoneta con colchoneta».
Fierro, quien ha escuchado todas las historias de los migrantes que han pasado por su albergue, explicó que la mayoría viene huyendo de contextos de violencia e inseguridad, mientras que otros buscan cruzar a Estados Unidos para mejorar su calidad de vida.
«Platicaban que durante la trayectoria ellos han visto abusos de personas; mujeres violadas en el camino y se han tenido que esconder y ver pero a la vez sin poder hacer nada», dijo.
Tal es el caso de Michel Flores, un joven guatemalteco de 28 años que fue amenazado tras negarse a pertenecer a un grupo delictivo de su natal Retalhuleu, departamento de Guatemala, y quien ya tiene más de un mes en el albergue.
Michel contó a Efe que logró llegar a Ciudad Juárez con la ayuda de un «coyote» (persona que le cobra a los migrantes para internarlos ilegalmente a un país), a quien le debía pagar 20.000 quetzales (2.594 dólares).
De acuerdo con la narración del migrante guatemalteco, el «coyote» le indicó que primero debía pagar la mitad y que cuando se encontrará en Ciudad Juárez, tenía que pagar el resto.
Sin embargo, el segundo pago no se concretó.
«Me jugó mal; me dijo que él iba a correr con todos los gastos y que yo después le depositara el dinero», mencionó.
La familia de Michel hizo el primer pago cuando él ya se encontraba en esta frontera, pero cuando le avisó al «coyote» del depósito, este lo desconoció.
«‘No te conozco’, me dijo, ‘mira cómo te las arreglas’ y me apagó el teléfono. Me desesperé más que todo y pedí ayuda a la Policía Municipal de aquí y ellos me trajeron aquí», declaró.
Sentado en el patio, al lado de Michel, se sienta Roberto Cabuya, migrante que viajó desde Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, con sus tres hijos para hacer su vida lejos de la guerra que azota a su país.
La familia congolesa lleva más de dos semanas viviendo en el albergue, y al igual que Michel y los otros 115 migrantes, deberán esperar más de dos meses para que las autoridades migratorias de Estados Unidos revisen su solicitud de asilo político.
«Cuatro meses nos llevó llegar hasta aquí. A veces dormíamos en el piso por falta de dinero, pero nos mantuvimos unidos», explicó Roberto a Efe.
Además, recordó que durante su paso por la Ciudad de Panamá los intentaron asaltar. Fue la única situación de violencia que tuvieron.
El objetivo del padre de familia es instalarse en Estados Unidos, comenzar a trabajar y a continuar aprendiendo inglés, a pesar de que lo habla con fluidez le gustaría aprenderlo mejor. Todo esto para darle un mejor futuro a sus hijos y encontrar estabilidad económica.
No obstante, tiene la esperanza de algún día regresar a su país, ya que consideró: «Es muy difícil pero no es por nuestra voluntad, son las situaciones que nos hacen hacerlo, solo queremos buscar algún lugar mejor».
Aunque Michel y Roberto sean de diferentes continentes separados por miles de kilómetros, ambos decidieron dejar sus países, familias, costumbres y hogares con el propósito de encontrar mejores oportunidades.
«Las personas solo están buscando su bienestar, somos personas como cualquier otra, debemos tener oportunidades como todos. Solo estamos buscando lo mejor para nosotros», enfatizó Roberto.