La semana pasada creció la polémica por las cifras que, diariamente, ofrece la Secretaría de Salud, lo que llevó al doctor López-Gatell a admitir que la alta tasa de mortalidad por COVID-19 se debía a que ellos llevan un subregistro sobre las personas infectadas por el virus, eso a pesar de que el registro oficial hablaba la tarde del sábado de 87 mil 512, a las que habrá que sumar las del reporte dominical.
Sólo entre sábado y domingo, y seguimos ateniéndonos a las cifras de la SS, se registraron casi tres mil contagios nuevos, en tanto el número de decesos casi alcanzaba los diez mil, con 9 mil 779 muertes, a las que habrá que sumar también, lamentablemente las del domingo, lo que nos indica claramente que no hay tal aplanamiento de la curva y que entramos hoy a la ‘nueva normalidad’ a tientas, sin saber siquiera cuántos entre nosotros son personas registradas como casos activos.
Mientras tanto México sigue escalando en la lista mundial de países más afectados por la pandemia, de tal manera que al mediodía de ayer el conteo de la Universidad Johns Hopkins, nutrido para nuestro caso por las cifras que les ofrece nuestro Gobierno federal, nos ubicaba ya como la nación número 15 con más personas infectadas y, lo peor, como la séptima ya con más muertes, sólo detrás de Estados Unidos, el Reino Unido, Italia, Brasil, Francia y España, tras superar el fin de semana a Bélgica, que pasó al octavo sitio.
Estas cifras son ya de por sí preocupantes de cara al inicio de la primera semana posterior a la Jornada de Sana Distancia, que fue declarada como finalizada el pasado sábado, aunque más dudas nos vienen a todos cuando vemos la poca claridad con que se presenta la estrategia para la desescalada y eso de los semáforos y el manejo regionales de la pandemia.
Y es que aunque las autoridades federales señalan que prácticamente todo el país está pintado de rojo, con riesgo máximo de que siga propagándose el coronavirus, con la salvedad de Zacatecas, el traspaso de las responsabilidades recae ahora en los gobernadores, que harán llanamente lo que les venga en gana, todos aprisionados entre el dilema de prolongar las medidas de precaución y mantener el parón económico o echar a andar como puedan sus economías locales, con el riesgo de que esto se complique todavía más.
Ayer el gobernador jalisciense Enrique Alfaro, por ejemplo, prolongó otras dos semanas la emergencia en su Estado, mientras que aquí, conforme se reciben los certificados sanitarios, cada día son más los negocios de todo tipo que están abriendo.
Mención aparte se merecen las cantinas y antros, que en su mayoría decidieron saltarse a la torera eso de las precauciones, muchos amparados en que sus licencias son para operar restaurantes, pues los dueños decidieron correr el riesgo de ser clausurados, bajo la lógica de que cuando alguna autoridad decida visitarlos y ver que violentan la prohibición, algo habrán hecho de caja, de tal manera que ayer se cumplió el segundo fin de semana en que la mayor parte de estos negocios tuvieron sus puertas abiertas, aparentemente los locales llenos y sin que sepamos de las suspensiones en serie con que se les ha amagado desde hace dos semanas.