Denver (CO), 19 dic (EFEUSA).- El académico César Cuauhtémoc García Hernández creció en Texas cerca de la frontera con México sin saber que había vivido en las proximidades de un centro de detención de indocumentados, una extendida «pesadilla» que muestra la «obsesión por encarcelar inmigrantes» en el país.
«Si yo no sabía que había una cárcel privada para indocumentados cerca de donde yo vivía, muchos otros tampoco lo saben. Y esas cárceles no están sólo cerca de las fronteras, están en todo el país», dijo en entrevista con Efe García Hernández, profesor en la Universidad de Denver.
En su más reciente publicación, «Migrating to Prison» («Migrando a la Prisión»), el académico señala que el número de centros de detención gestionados por compañías privadas refleja la «obsesión de Estados Unidos de encarcelar a inmigrantes».
Lo anterior muestra que el país es una suerte de «archipiélago de prisiones de inmigración», en referencia al libro «El Archipiélago Gulag» (1973), del escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn.
«No estoy comparando a las cárceles de indocumentados en Estados Unidos con los gulags de la Unión Soviética, sino que digo que existe una amplia y creciente red de prisiones donde se encarcela a indocumentados y de la que es difícil salir», reflexionó García Hernández.
El autor alude a empresas como GEO Group, que opera unos 130 establecimientos donde se alojan una media de 96.000 indocumentados cada día, y además gestiona 26 prisiones federales con capacidad para unos 35.000 reclusos, y CoreCivic, que cuenta con 77 centros de detención con hasta unos 90.000 presos.
El beneficio económico que la detención de indocumentados asciende a 184 millones de dólares anuales para GEO Group y 135 millones para CoreCivic.
Los estados con mayor cantidad de inmigrantes retenidos son Texas (unos 16.000), California (6.500), Arizona (casi 4.000), Georgia (3.700) y Luisiana (3.100). La mayoría son mexicanos, luego centroamericanos, y algo más de la mitad de ellos tienen entre 26 y 35 años, según datos de la organización Freedom for Immigrants.
El académico, que en 2009 empezó un blog sobre inmigración, cree que es necesario comprender las razones por las que los indocumentados siguen viniendo «sin cumplir con las leyes de inmigración».
«Ese contexto histórico nos ayudará a impulsar cambios en las políticas inmigratorias», opinó, para luego recordar que durante el mandato del presidente Dwight Eisenhower (1953-1961) se cerraron los centros de detención por considerarse que ello favorecía al sistema inmigratorio.
Ya desde mediados del siglo XVIII hay registros de centros de detención para inmigrantes, si bien en la actualidad son más lucrativos (los centros privados reciben 120 dólares por día por detenido) y en ellas se encarcela a personas que no han cometido ningún delito, a niños o familias enteras.
En «Migrating to Prison», el autor analiza los orígenes y funcionamiento del sistema penitenciario de inmigración, y el uso, en su opinión, desproporcionado de recursos para detener a los inmigrantes sin estatus legal, víctimas de la falsa vinculación entre la detención de indocumentados y una mayor seguridad nacional.
Entremezclado datos con historias de personas atrapadas en las cárceles privadas de inmigrantes, la obra es un llamado urgente para el cierre de estos centros de detención.
El profesor universitario critica que el gobierno y la población de Estados Unidos exija y espere que los inmigrantes sean perfectos y cumplan con todas las leyes, cuando ni los mismos ciudadanos estadounidenses lo hacen.
«Los inmigrantes no son infalibles. Los ciudadanos estadounidenses tampoco lo son (…) Nuestras imperfecciones demuestran que somos humanos. Si vamos a esperar que los inmigrantes sean perfectos y que los ciudadanos sean perfectos, nos quedaremos muy solos», dijo el autor de McAllen (Texas) y cuyos artículos académicos se han publicado en varias revistas especializadas.
Cree que hasta que no se asuma eso habrá nuevas informaciones sobre «la tristeza, la muerte y el horror» de los centros de detención para indocumentados.
«El tema es extremadamente deprimente, pero escribí el libro con la esperanza de que podamos aprender de nuestros errores y también de nuestros mejores momentos. No podemos seguir por el camino que vamos. Tenemos que ser realistas, pero también debemos tener la esperanza de que podemos cambiar las cosas», opinó.