Buenos Aires, 22 ago (EFE).- Los colores llamativos de la emblemática calle Caminito vuelven a lucir en el barrio de La Boca, en Buenos Aires, gracias a la restauración de los murales y esculturas que un día sirvieron de inspiración para Juan de Dios Filiberto, Carlos Gardel y tantos otros amantes del tango.
Rojo, amarillo, verde y azul son los tonos de las características viviendas de Caminito, que en apenas cien metros recoge a pintores, cantantes, bailarines de tango y miles de turistas, en el que es uno de los puntos más transitados por quienes visitan la capital argentina.
En octubre se cumplen 60 años del nombramiento de Caminito como «calle museo», por lo que los encargados del proyecto querían que para esa fecha «la obra estuviese completamente restaurada», dice a Efe la secretaria de la Dirección General de la Fundación Proa, Elizabeth Torres.
Su organización es la impulsora de esta renovación, que dota a Caminito de la viveza visual que ya ganaron en 2017 otras calles aledañas a partir de una acción del Gobierno de Buenos Aires.
Ahora, la nueva capa de pintura llega a la esquina donde se cruzan las calles Del Valle Iberlucea y Don Pedro de Mendoza, por donde ingresa la mayor cantidad de visitantes.
Además del tratamiento aplicado en los muros, el proyecto acondiciona las bases de esculturas y monumentos que comprenden el Museo al Aire Libre, creado por el pintor argentino Benito Quinquela Martín.
Luis Perlotti y Julio César Vergottini son algunos de los escultores cuyas piezas fueron reacondicionadas.
Aunque hayan sido labores llevadas a cabo por diferentes entidades, Torres indica que, sin los vecinos de La Boca, la puesta en valor sería más complicada.
La representante de la Fundación Proa afirma que todos los habitantes y artistas del barrio en «algún momento se sienten involucrados en alguna actividad que se desarrolla» allí.
Para cumplir con el plazo previsto, al cual incluso le han ganado dos meses, Torres recalca que ejecutaron «la obra de forma civil en un espacio patrimonial» y estructuraron el plan con las organizaciones del barrio y con el Gobierno de la ciudad.
Tras esta obra, hay que esperar a que la restauración de la zona se mantenga, por lo que Torres añade que «probablemente» estudiarán crear un programa de educación sobre la importancia del patrimonio de Caminito.
Sin embargo, apunta que «las políticas tienen que venir un poco del Estado».
«Los privados lo que podemos hacer es colaborar, acercar voluntades y estudiar posibilidades como para que eso suceda», reflexiona.
La entidad solicitó la restauración en una colaboración conjunta con el Museo Benito Quinquela Martín con el respaldo de American Express a través de Resources Foundation.
«Consideramos Caminito como una proyección del museo Quinquela Martín, Caminito es una obra más de Quinquela», expone el director del museo creado por el emblemático artista de La Boca, Víctor Fernández.
Quinquela Martín (1890-1977), reconocido por sus pinturas portuarias, fue uno de los responsables del aspecto que luce Caminito y por esos motivos, «el museo siempre se involucra en todo lo que tiene que ver con la puesta en valor del pasaje», asevera Fernández.
«Hay un momento en el que la obra de Quinquela sale de sus telas y comienza a derramarse con el barrio con las herramientas que había hecho suyas», considera el director del museo, quien asegura que el pintor se sirvió de los colores identificativos del barrio.
Fernández concluye que «asomarse a Caminito es asomarse tal como lo vería Quinquela a una parte importantísima de la identidad cultural argentina».
Por otro lado, Torres opina que, aparte de devolver los colores originales al proyecto creado por Quinquela, su entidad le devuelve «un valor muy importante» a ese punto de la ciudad.
«A nivel artístico, los nombres que ha dado en la historia el arte boquense son fabulosos y son de una particularidad que hace también a la idiosincrasia del barrio», asevera Torres.
Aunque Filiberto fuese el responsable de su nombre, la lectura de Caminito, según Fernández, no se «agota en el tango».
«Es la síntesis de la universalidad de una aldea», define.
En esa aldea en particular, La Boca, los colores de su esquina más famosa brillan ahora como lo hicieron cuando Filiberto escribió su canción y Gardel la cantó.
Por Carmen Herranz