Matamoros (México), 25 may (EFE).- El coronavirus ha propagado el desanimo entre migrantes solicitantes de asilo en EE.UU. y algunos ya han pedido apoyo a su consulado para salir de Matamoros, municipio del nororiental estado mexicano de Tamaulipas.
Después de más de un mes de cuarentena en la Casa del Migrante «Juan Diego», el matrimonio de salvadoreños Víctor Manuel Martínez Pineda y Claudia Yamileth Martínez Andrade han pedido a sus representantes diplomáticos que les ayuden a abandonar la frontera del norte de México.
En este éxodo fallido, ahora les tocará enfrentarse a su realidad en su natal San Martín, municipio de San Salvador, El Salvador.
A través del programa «Remain in México» (Permanecer en México), impuesto hace más de un año por el Gobierno de Estados Unidos, se instauró que miles de personas esperen en varias ciudades fronterizas mexicanas la resolución de su solicitud de asilo en Estados Unidos.
La presión incrementó en la frontera desde finales de marzo, cuando Donald Trump ordenó negar la entrada al país a todos los solicitantes de asilo debido a la pandemia de COVID-19, que acumula cera de 100.000 muertes en Estados Unidos y 7.400 en México.
DESAZÓN ENTRE LOS MIGRANTES
El golpe anímico se ha expendido entre los migrantes tras el cierre de las fronteras por COVID-19 que ha impuesto la administración estadounidense al aplazar las citas para presentarse ante las cortes para revisar sus casos.
«Los trámites prácticamente los cerraron hasta nuevo aviso, nos han dejado una cita para julio. Ya no queremos seguir con eso. Uno salió de El Salvador buscando una vida mejor, pero si no se puede es también resignarse, rendirse prácticamente y retornar», declaró este lunes Efe Víctor Martínez.
Martínez salió con sus dos hijos y su esposa en abril de 2019 de su país, llegando en marzo de 2020 a Matamoros.
Él es uno de los cerca de 2.000 migrantes que hoy forman parte del programa «Permanecer en México» y esperan en Matamoros a que se continúe con la operación del programa.
Mientras, aguardan en asentamientos que se han conformado en la orilla del río Bravo o en albergues, y subsisten como pueden.
ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES
«Es un sueño truncado, para mí es difícil asimilarlo porque hemos venido luchando ya un año. Cuando llegué por primera vez al Puente Nuevo y vi el río, me quedé viendo tanto que pensé: ‘Después de todo ya estoy aquí, vamos a entrar (a Estados Unidos)’, pero no ha sido así», explicó a Efe Claudia Yamileth.
Pero además de cumplir con el sueño de vivir y trabajar en Estados Unidos y dejar atrás la pobreza en El Salvador, la mujer de 28 años tiene otra realidad más apremiante.
Tiene siete meses de embarazo y no ha llevado un control estricto, por lo que a la fecha no ha logrado realizarse un ultrasonido para conocer el sexo del bebé.
No obstante, relató, tiene la certeza que está bien porque se mueve en su vientre.
En este contexto, volver a su natal San Martín y renunciar al deseo de dar una vida mejor a sus hijos es difícil de asimilar.
ATRAPADOS
En la comunicación que se ha sostenido con el cónsul de El Salvador en Monterrey, Rafael Rosales, se les ha informado que no existe fecha definida para llevar a cabo su retorno ya que por la epidemia los controles fronterizos han sido rigurosos.
«El sueño de nosotros era llegar a Estados Unidos, no se pudo. No porque no lleguemos se nos va a acabar la vida, hemos agarrado más fuerzas para seguir luchando por nuestras metas», dijo Martínez en tono combativo, pese a renunciar esta vez al sueño americano.
Por más de un mes y medio, la Casa del Migrante «Juan Diego», que es operada por la Diócesis de Matamoros, se ha mantenido cerrada para evitar que surjan contagios de coronavirus entre los 40 migrantes que están refugiados en el sitio.
Pese al encierro, las noticias llegan y causan incertidumbre entre los migrantes, la mayoría centroamericanos, que están alojados desde que la epidemia se intensificó en Matamoros, que actualmente es el municipio de Tamaulipas con la mayor cantidad de casos confirmados y decesos.
«Hay un poco de desesperación, lo que ven les causa nerviosismo y les da miedo. Hay dos familias que desean retornar a El Salvador. En este periodo pensaron en todo lo que se está viviendo y han tomado la decisión de regresar a su lugar de origen», informó Juan Antonio Sierra Vargas, representante del refugio.
Señaló que pese a la turbulencia provocada por la pandemia, que incluye la cancelación de donaciones, se ha logrado mantener el servicio para los migrantes, quienes hoy requieren más que nunca estabilidad para afrontar las difíciles circunstancias.