Bilbao (España), 28 feb (EFE).- El Museo Guggenheim Bilbao muestra los diálogos entre la fealdad y la belleza que entabló en sus obras el artista norteamericano Richard Artschwager a lo largo de su extensa carrera, en la segunda exposición de 2020 del centro bilbaíno.
La muestra, titulada «Richard Artschwager», está compuesta por casi 70 obras, entre esculturas, pinturas y objetos realizados en madera y materiales menos nobles como la Formica, el estropajo o el nylon, que recorren todas las facetas de su producción artística a lo largo de casi 60 años y que podrá contemplarse hasta el próximo 10 de mayo.
Ha sido comisariada por Germano Celant y Manuel Cirauqui, del Guggenheim Bilbao, y coproducida por el centro bilbaíno y el Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto.
Richard Artschwager (Washington, 1923 – Albany, 2013) fue coetáneo de figuras del arte pop norteamericano tan destacados como Andy Warhol o Robert Rauschenberg, aunque no alcanzó tanta relevancia como ellos por su empeño en darle fluidez a los lenguajes artísticos que exploraba, la pintura, la escultura y objetos realizados en materiales considerados pobres.
Trabajó mucho con la madera porque antes de iniciarse en la carrera artística estuvo empleado como ebanista y, de hecho, su primera obra, de 1961, fueron varias tablas unidas con clavos a las que simplemente añadió su firma. La siguiente fue una silla realizada en Formica, en 1963.
De esta forma, ha explicado Celant, Artschwager comenzó a establecer un diálogo entre la fealdad de las piezas ordinarias como las simples tablas de madera o las chapas de Formica, con la belleza que representa el convertirlas en obra de arte, sacarlas de su contexto de funcionalidad y situarlas en un museo.
«Este empeño de Artschwager de fluctuar entre la coherencia y la incoherencia, entre la pobreza y la belleza sin intentar ocultarlo, es lo que hizo que el mercado del arte no le entendiera», ha señalado en la presentación de la muestra su comisario principal, Germano Celant.
Ha destacado que Artschwager fue conocido porque «siempre quería cambiar de lenguaje artístico, pasaba de la pintura a la escultura y a la creación de objetos aparentemente no relacionados con el arte, (como las cajas de embalaje, las sillas, piano o altares), en una especie de nomadismo artístico que le impedía quedarse anclado en uno sólo de ellos».
«En su época -ha explicado-, el pintor era pintor y el escultor, escultor, y no se entendía que alguien pudiese transitar de una a otra disciplina cuando ahora es algo plenamente aceptado», ha señalado Celant, a lo que Cirauqui ha agregado que, «en algunos aspectos, fue todo un visionario».
Celant ha explicado que la presencia en la exposición de varios altares realizados en madera y Formica se debe a que el artista norteamericano fue educado en la religión católica y consideraba que «el altar es algo importante en la religión y también en la historia del arte» y lo adoptó porque para él es «un lugar de respeto pero a la vez es mobiliario».
Otra seña de identidad de la obra de Artschwager es el objeto denominado «blps» (pronunciese blips), una especie de cilindro plano de pequeño o gran tamaño realizado con fibras de estropajo negro que el artista sitúa en distintos lugares del espacio expositivo (paredes, suelo, columnas, etc) y que en opinión de Celant representa «el nomadismo del artista entre los lenguajes artísticos».
Cirauqui ha explicado que para acoger sus peculiares aunque vistosas obras se ha modificado la arquitectura de la sala donde se expone, mediante la creación de varios muros diagonales cuyas esquinas puedan acoger las obras aplastadas que realizó el artista norteamericano y los «blps».