México, 24 nov (EFE).- El mexicano Juan Pablo Sánchez cortó este domingo una oreja al primero de la tarde mientras que el también mexicano Diego Silveti y el español Ginés Marín no pasearon triunfo alguno en la Plaza México.
Los toros de De la Mora, anchos y pequeños de cabeza, fueron mansos salvo primero y sexto. Se registró algo menos de un cuarto de entrada en la cuarta corrida de la Temporada Grande de la Ciudad de México.
Una acertada decisión de la autoridad de la plaza evitó una excesiva puerta grande de Juan Pablo Sánchez. Ante la petición mayoritaria de los despoblados tendidos, de otorgar una oreja para el mexicano en el cuarto de la tarde, el juez de plaza se mantuvo firme.
Había concedido a regañadientes el apéndice en el primero de Juan Pablo Sánchez. La faena, al noble y escaso de fuerzas que abrió plaza, pudo ser de rigor y lo fue por momentos de emoción, debido a cuatro tandas de derechazos muy suaves que fueron de menos a más.
Sánchez realizó lo único memorable de lo que va de Temporada Grande en Ciudad de México. En los 16 pases, intercalados por remates de pecho, solo tocó el toro la tela en una ocasión.
Dos de las series fueron tan fijas que el torero no dejó tras de sí huellas caminadas. La faena se desbarajustó al no afrontar con ambición Sánchez el toreo al natural, en el que se le vio inseguro.
Su labor se desdibujó y tras una correcta estocada le fue dada la oreja que debía servir de estímulo a su propuesta de temple y sobriedad.
A pesar de ello, en el toro que podía lograr abrir la puerta grande, no entendió el matador el mensaje del palco.
Su faena fue a la carrera y sin mandar la mansedumbre del De la Mora. Tras acertar con el estoque llegó la petición de los aficionados y el acierto al no atenderla del juez.
No sabemos qué habría dictaminado en cambio este juez si Ginés Marín mata a la primera.
Su faena al que cerraba plaza, el más encastado del encierro, fue siempre caminando, sin bajar la mano ni ligar, y basada en casi una decena de pases de pecho, la mayoría mirando al tendido.
Los olés del público demostraban que la mayoría de los presentes no se percataban de la calidad con la que tomaba el toro la muleta por bajo, tan así que hacía el avión empujando con cuello y riñones mientras perseguía el engaño.
El español estuvo muy vulgar sin darle sitio al toro y mareándolo en vez de mandarlo. A pesar de la fijeza del animal, de tanto llevarlo a media altura sin obligarlo, salió suelto en varias ocasiones.
El fallo con la espada de Ginés Marín evitó males mayores que una vuelta al ruedo. Con su primero de la tarde, muy manso y que se quedaba a media embestida, lo mejor que realizó el español fue una variada primera tanda con el capote.
Las reses del ganadero Fernando de la Mora llegaban a La México tras echarse atrás el encierro anunciado de Villa Carmela.
Pasaron la prueba, al menos sin grandes broncas, e incluso se aplaudió alguno de los toros.
A pesar de su falta de bravura estuvieron por encima de los de luces. Diego Silveti se vio superado por sus dos contrincantes toreando muy despegado.
Si no se fue entre pitos en ambos toros es porque al realizar unas bernardinas al final de la faena del quinto, el toro le prendió cuando se movió por segunda vez antes de finalizar la suerte.
La emoción del percance calmó a la gente que ya estaba pitándole. Acabó la tarde con las incógnitas sobre por qué la falta de ambición de Juan Pablo Sánchez y para qué reclamaba bravura Ginés Marín.
Borja Ilián