Madrid, 2 jun (EFE).- Del bar La Española a los escenarios, de los primeros bolos a las grandes giras, de Sant Ildefons a donde sea. «El libro de Estopa», que escribe Jordi Bianciotto y sale hoy a la venta, es un paseo por veinte años de «tensión creativa no resuelta»: de David y Jose Muñoz a Estopa.
«Sorprende que gente como ellos, con su proyección popular y comercial, lleven la vida que llevan», comenta Bianciotto, en un encuentro con medios, sobre la sencillez de los hermanos Muñoz. Tras mucho tiempo siguiéndoles la pista, el periodista y crítico musical no ha cambiado su idea a raíz del libro: «Es la confirmación de que son lo que yo pensaba que eran», sentencia.
Y eso que tuvo tiempo para sorprenderse, porque las primeras conversaciones acerca de escribir unas memorias de Estopa se remontan a 2014. David y Jose no lo veían claro; siempre se han alejado de las mitificaciones y los encumbramientos. Pero cumplir dos décadas en 2019 les pareció una excusa lo suficientemente buena como para dar el paso.
Antes, muy al principio, se publicaron un par de libros sin su colaboración -«ni siquiera nos pidieron permiso», matizan-. «Era hora de hacer el nuestro, el auténtico», explican. Aunque su mundo es tan amplio que bromean con otros volúmenes que traten «cualquier faceta» de sus vidas: «Estopa y el fútbol» o «Estopa y Dios», proponen.
Con su título a imitación de los «libros bíblicos», el de Estopa no deja lugar a dudas sobre su contenido. Recorre el camino de dos chavales del barrio de Sant Ildefons de Cornellà (Barcelona, España), desde antes de que actuaran por primera vez en el Bar Sense Nom de Viladecans hasta ahora, cuando son capaces de llenar dos noches seguidas el Palau Sant Jordi de Barcelona.
La elección de un nombre tan aséptico para su libro también se debe a que no quieren ponerse medallas ni ver su aventura como un gran éxito. No se creen las historias de triunfadores, dicen, y ellos mismos puntualizan que si son ganadores, lo son con matices: «Circunstanciales y de chorra».
«Hemos tenido la suerte de que hemos encontrado un camino y mucha gente nos ha seguido. Llámalo X, llámalo como quieras. No me quiero llamar ganador porque no, porque seguramente pasado mañana ya no nos vaya tan bien y, si ahora me pienso ganador, entonces me pensaré perdedor. Un mecanismo de defensa», argumenta David (1976), el mayor de los Muñoz.
Su hermano Jose (1978) le da la razón: «Bien ‘hablao’, muy bien ‘hablao'». Cuentan que es muy fácil que uno acabe la frase que ha empezado el otro y que solo discuten cuando componen, fenómeno al que bautizan «tensión creativa no resuelta».
Esa conexión, que Bianciotto califica en «El libro de Estopa» (Espasa) como «incorruptible», es la que provoca que ni se les pase por la cabeza emprender caminos separados. Desde muy pequeños, en palabras de Jose, comprendieron cómo debía ser su relación: «En vez de pelearnos, teníamos que defendernos, ser uno».
«Yo nunca he visto a Epi (Beto) solo. Quedaría mal. Todo el mundo le diría ‘eres un payaso, Epi. Vete y vuelve con Blas (Enrique)'», compara David, a lo que Jose añade: «Yo no me sé las partes que canta mi hermano. Solo podría cantar mis partes».
Aseguran que, en cuanto acabe el encuentro telemático con los medios, se videollamarán otra vez para tomarse «una cervecita». Además, casi todas las noches -«ayer no, ayer te fallé», se disculpa el mayor con el pequeño- juegan un partido de fútbol en la Play Station, porque tienen «un pique eterno desde el año 98».
Para describirse, tiran más de anécdotas que de calificativos rotundos. Tanto en «El libro de Estopa» como en la conversación, recuerdan una detrás de otra.
Por ejemplo, cuando eran «unos catetos» y no reconocieron a Bono y The Edge, miembros de U2. «Nuestros músicos estaban ‘flipaos’, y nosotros estábamos ‘flipaos’ porque estaban Los Chichos en el camerino». Una admiración solo comparable a la que sienten por Peret.
Desde los tiempos en los que aprendieron a tocar la guitarra en el bar La Española, regentado entonces por sus padres, han pasado muchos años. Hasta hoy, las letras de Estopa se leen como las crónicas de muchos barrios que crecieron a rebufo de las grandes ciudades.
Ahora, tras un sólido camino recorrido, David y Jose Muñoz siguen pegados a sus orígenes. Si Estopa logra ser para algún otro grupo lo que Peret y Los Chichos son para ellos, tienen su «objetivo cumplido en la música».
Por Mercedes Ortuño Lizarán