Berlín, 7 sep (EFE).- El tradicional festival Lollapalooza se inició hoy en Berlín, en una edición en la que vuelven a mezclarse las características típicas de un certamen musical con otras que lo acercan a lo que sería una especie de feria popular en la que la música es, entre otras, una atracción más.
Por segunda vez el Lollapalooza berlinés se realiza en el Estadio Olimpico de la capital alemana. El parque que rodea el estadio propiamente dicho es lo suficientemente amplio para albergar los distintos escenarios y dar cabida, además, a otras actividades.
El único problema eran los vecinos: hace un año hubo quejas, pero se llegó a un compromiso acerca del volumen de la música, para la que se ha fijado un máximo de 80 decibelios.
El lema de la organización, según el cual Lollapalooza no es sólo un festival sino una manera de sentir, se hace realidad en la medida en que lo que se ofrece supera lo meramente musical.
Sin duda, hay conciertos, con cuatro grandes escenarios y otros muchos pequeños desperdigados por toda el área del festival, pero también es posible dedicar buena parte del tiempo a actividades distintas a la música.
Todo el que se desplace de un escenario a otro puede encontrarse con espectáculos de acróbatas, con sesiones de yoga al aire libre o con laberintos de telas, de plantas o de espejos donde la gente juega a perderse.
Hay familias que llegan con niños y hay una zona preparada para ellos, relativamente lejos de los conciertos para adultos y lejos del ruido.
Las parejas con hijos pueden turnarse para ir a uno que otro concierto y luego volver a la zona infantil.
Esa es la teoría. En la realidad, en casi todos los conciertos pueden verse padres y madres con sus hijos pequeños sobre los hombros.
La música que se ofrece abarca una gran gama de gustos y tendencias. El Perry Stage está dedicado exclusivamente a la música electrónica y allí, desde horas de la mañana, se oyen los ritmos frenéticos de los DJ y la gente baila.
En otros escenarios la jornada se inicia de manera más suave. Así, por ejemplo, en el escenario sur hacia el mediodía el grupo alemán Steiner&Maleika ofrecía una música con claras tendencias de balada.
Sin embargo, eso no seguiría así todo el tiempo y más tarde vendría el momento de los raperos Dendeman y Marteria&Casper.
La estrella de la tarde fue sin duda la cantante Billie Elisch, que se adueñó del público no sólo con su música, sino también con el acostumbrado espectáculo multimedia que suele acompañar sus conciertos.
La hora de la actuación de Billie Elisch fue hoy el mejor momento para comprar algo de comer o de beber, pues no había colas casi en ninguna parte. Todo el mundo se había ido al concierto.
O casi todo el mundo porque también había gente en los lugares que no tenían que ver con la música, como una esquina en donde el público puede divertirse con juegos diversos, que van desde tumbar a pelotazos una reproducción de parte del muro de Berlín hasta poner una pelota en la boca a unas focas de madera.
A esa hora el Perry Stage, que tiene un público especial por la afición que hay a la música electrónica en Berlín, también estaba lleno.
Durante esta jornada, también hubo mucha gente dedicada a otras cosas en el recinto del festival. Había incluso un escenario centrado en debates sociales, políticos y ecológicos.
Para más tarde se esperaban con expectación los conciertos de Twenty One Pilots y Swedisch House Mafia.