México, 1 sep (EFE).- El mejor salto de la mexicana Alejandra Orozco no fue el que le dio la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, sino uno a sus 10 años, cuando cayó de panza en la piscina, sufrió un ataque de llanto y se negó a seguir.
«Ese experiencia fue la clave porque después de ella empecé a soñar. Luego del golpe en el agua lloré; entonces el entrenador Iván Bautista me dijo estar seguro de que yo podía representar a mi país de la manera más grande y cinco años después me vi en Juegos Olímpicos», cuenta Orozco en entrevista a Efe.
«Ale», como la llaman en su equipo, es el caso más espectacular de crecimiento deportivo en México en este siglo. Sin experiencia en Juegos Centroamericanos y del Caribe ni en Panamericanos, hizo equipo en los Olímpicos de Londres con la excampeona mundial Paola Espinosa y juntas ganaron plata en los saltos de 10 metros.
Eso la convirtió en la segunda medallista olímpica más joven de la historia de México semanas después de cumplir 15 años, lo cual le cambió la vida.
«Mi historia fue al revés, empecé por lo grande, la presea olímpica, cuando era una niña. Después he tenido altas y bajas y eso me ha hecho una Alejandra madura y con conocimientos», cuenta.
Después de ganar dos medallas el mes pasado en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, bronce en la plataforma individual y plata por pareja con Gabriela Agúndez, a los 22 años Orozco es candidata a subir al podio en los Olímpicos de Tokio 2020, un sueño que alimentará desde mañana cuando empezará sus entrenamientos.
«Estoy en busca de mis terceros Juegos Olímpicos. Gabriela es de una nueva generación; hay hambre de triunfos y motivación y ahora tengo el plus de la experiencia. Queda trabajo por hacer porque las medallas se construyen en los entrenamientos», recuerda.
Orozco empezó en los deportes por una buena razón, experimentar con las alturas. Fue su pasión desde cuando era una niña de poco más de un metro y lloraba porque no la dejaban subirse en la montaña rusa de los parques de diversión.
«Yo no tenía la estatura para subir aunque me ponía mis tenis más altos y me paraba de puntitas cuando me medían; desde entonces ya tenía la chispa de la altura. Luego apareció la idea de lanzarme de 10 metros», confiesa.
Su talento dio con la persona indicada, Iván Bautista, una especie de reparador de los sueños de sus saltadores que liga la sabiduría con una veta de sicólogo, la que usó con Orozco el día de su caída después de un clavado de poco grado de dificultad.
A partir de mañana, la pareja de saltadoras estudiará con su entrenador si mantendrán el programa con el que ganaron medallas en los Panamericanos o incluirán las tres y media vueltas atrás, un clavado de 3.3 grados de dificultad que de llegar a dominar les asegurará muchos puntos en las competiciones internacionales.
«No hay pareja en el mundo que realice ese clavado en sincronizados. Veremos si lo incluiremos», confiesa.
Hace siete años, la niña Alejandra fue la imagen de la inocencia en la delegación olímpica de México. Se mostraba nerviosa al tratar a los medios y solo se dedicó en seguir a la laureada Paola Espinosa como si fuera una madre.
«Ella era para mi una leyenda y a mis 14 años me dijeron que íbamos a hacer equipo. Entré en shock y solo me dejé guiar. Llegué a Londres con la cabeza en blanco y empecé a escribir lo que ella me enseñó», revela.
Un año antes de Tokio 2020 Ale mantiene la capacidad de sorpresa, lo cual unido a su experiencia le permite asumir que está en el mejor momento de su vida para buscar su segunda presea olímpica.
«En la plataforma nunca me siento estoy sola, asumo que me acompañan quienes creen en mi. Son mi amuleto», confiesa y parece repetir alguna idea del maestro que a los 10 años le hizo creer en la existencia de los milagros.