Park City (UT), 30 ene (EFE News).- El desconcierto de un joven cuando un hombre empieza a salir con su madre soltera es la base de «Blanco de verano», la ópera prima de Rodrigo Ruiz Patterson con la que el cineasta mexicano ha llevado a Sundance la confusión e inestabilidad emocional propias de la adolescencia.
«Esta película es sobre el fin de la infancia. E infancia, etimológicamente, quiere decir ‘la imposibilidad de hablar’. Si estás en un momento en el que no puedes hablar, ¿cómo expresas lo que sientes?», reflexionó el director en una entrevista con Efe.
«Creo que, además, se complica todo porque es el primer momento en que te llegan ciertas emociones muy complejas de la vida. Como adulto, cuando sientes celos ya sabes dónde acomodarlo. Pero cuando es la primera vez en la vida, es muy sorpresivo (…). Y así como empiezas a desarrollar tu sexualidad, también desarrollas tu inteligencia emocional», añadió.
Apoyándose en el fabuloso trabajo de los actores Adrián Rossi, Sophie Alexander-Katz y Fabián Corres, «Blanco de verano» lanza una mirada íntima y con mucho tacto al hogar de una madre y su hijo adolescente en las afueras de la Ciudad de México.
Su situación da un vuelco cuando ella empieza a verse con un hombre, lo que dará pie a una historia sobre el equilibrio familiar, los celos, el amor maternofilial y las emociones adolescentes.
Con «Blanco de verano» compitiendo en la sección internacional de Sundance, Ruiz Patterson no escondió su enorme felicidad por participar en un certamen así.
«El hecho de que un festival con Sundance, que bajo todo su rompecabezas de ideas y de política, decida meter tu película como una pieza de ese rompecabezas, pues evidentemente te beneficia porque te pone en el ojo de la prensa, de otros festivales, de los distribuidores…», explicó.
«Es un sueño, la verdad. Es lo mejor que te puede pasar para una película independiente (…). Lo digo de broma, pero es como que te hacen sentir que eres importante», agregó.
Con un personaje principal que se llama como él (Rodrigo), todo apuntaría a que «Blanco de verano» pudiera tener un gran componente autobiográfico.
Pero Ruiz Patterson matizó este punto.
«El epígrafe de la película es del escritor español Ray Loriga y dice: ‘La memoria es el perro más estúpido: le avientas un palo y te trae cualquier cosa’. Esta película es un poco eso: un sumergimiento que quería hacer a mi pasado», explicó.
«Luego, con el otro guionista (Raúl Sebastián Quintanilla), nos dimos cuenta de que mi vida no era tan interesante (…). Al final, ninguna de las escenas es real. Tiene ciertas inspiraciones: crecí con una madre soltera, tuve relación con los novios de mi mamá, pero todo lo que está ahí nunca sucedió aunque sin duda conserva un aroma autobiográfico que me gusta, que le da una cercanía», dijo.
El paso de niño a adulto ha motivado incontables obras artísticas, por lo que el director aseguró que la clave para él está no tanto en la absoluta originalidad de la trama sino en que «en los personajes hay posibilidades infinitas».
«No es lo mismo el triángulo amoroso de ‘Jules et Jim’ (1962) que el de aquí, en que la vuelta de tuerca es que es la madre y lo complejiza aunque, al final, sea el esquema de un triángulo amoroso», indicó.
«Pero tampoco queríamos crear, porque no lo es, una relación incestuosa o algo así: simplemente, queríamos retratar a un hijo y una madre que llevan muchos años viviendo solos y que se tenían el uno al otro nada más», señaló.
Debido a que la película adopta el punto de vista en primera persona del joven, Ruiz Patterson tenía claro que «el éxito o fracaso de la película dependía de que el chico pudiera soportar esa carga emocional».
Después de ver a unos 400 chicos, finalmente se decidieron por Adrián Rossi, toda una revelación en la cinta con un papel sin apenas diálogo pero sentimentalmente muy complejo.
«Si tú conoces a Adrián, hablando de esa introspección, es exactamente lo opuesto al personaje. Y a mí eso me encanta. Casi siempre, las películas de jóvenes es el joven haciendo de él mismo (…). Había que hacerle entender que estaba haciendo un personaje. Que el papel no era Adrián sino Rodrigo, que Rodrigo no es como Adrián: ayudarle a entrar y salir del personaje», explicó.
Finalmente, Ruiz Patterson habló de la última oleada de cine mexicano, que en Sundance tiene otra representante en la competición internacional con «Sin señas particulares» de Fernanda Valadez, y se mostró «muy optimista» por el futuro.
«No solo se producen más películas sino mejores películas (…). La calidad va subiendo. Al final, es una cuestión de industria y hacer películas es como hacer zapatos: entre más zapatos hagas, mejor te van a quedar», cerró.
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