Washington, 25 feb. (EFE News).- «Interpreté los objetos de dolor que encontré en la tina», así explica a Efe la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide cómo planteó en 2005 su trabajo sobre el baño que la artista Frida Kahlo tenía en su famosa Casa Azul, una habitación que desde la muerte de la pintora, en 1954, había permanecido cerrada al público.
El dolor y el sufrimiento que muestra la fotografía en blanco y negro de una bañera en la que descansan un par de muletas y el cuadro del dictador Iósif Stalin o la de un corsé ortopédico colgado de una pared del hogar en el que Khalo nació y murió, son parte de una exposición de 140 instantáneas que recorren México en el espacio y el tiempo a través del objetivo de Iturbide.
Los visitantes podrán adentrarse en el relato artístico y documental de la fotógrafa mexicana, nacida en 1942 en Ciudad de México, desde el próximo día 28 de febrero hasta el 25 de mayo en el Museo Nacional de las Mujeres en las Artes, en Washington, organizada por el museo de Bellas Artes de Boston.
Esta exposición temporal muestra los inicios de la fotógrafa en 1969 hasta sus trabajos de 2007, un lapso temporal que profundiza en la diversidad mexicana y en el que el visitante conocerá desde el amor inicial de Iturbide por la geometría humana hasta su serie en un mercado local, incluido su celebre retrato «Nuestra Señora de las Iguanas» (1979).
Esta fotografía muestra una mujer que se dirigía a vender en el mercado local cuatro iguanas que portaba en su cabeza formando una especie de corona, una instantánea que se ha convertido en un referente para otros artistas, críticos, comunidades mexicanas -tanto dentro como fuera del país- e incluso la industria del cine estadounidense.
La artista explica que supo captar esta imagen gracias su complicidad con la retratada, creando así una instantánea reconocida en gran parte del globo.
Es precisamente la complicidad con el entorno lo que caracteriza la fotografía de Iturbide. La artista explica a Efe cómo, además de retratar a una comunidad y sus elementos, busca profundizar en el conocimiento de esta hasta el punto de vivir temporalmente en los hogares cuyas gentes y entorno son objeto de su trabajo.
Es el caso del pueblo Seri, con el que convivió durante más de dos meses en el desierto de Sonora (norte de México) junto al antropólogo Luis Barjau a finales de la década de 1970.
Al ser preguntada por qué gran parte de su arte plasma el mundo en la dualidad del blanco y negro, Iturbide da una respuesta tajante y sencilla: «Para mí, la fotografía es más real en blanco y negro. Cuando tomo en color, siento que es un poco como Disneylandia».