San Diego (CA), 24 ene (EFE News).- Tres años después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó la construcción de su «gran y hermoso muro» en la frontera con México el proyecto está lejos de concretarse, tanto en forma como en tiempo, pues la obra no acabará antes de que se cumpla su primer mandato.
Cuando el sábado se cumplan tres años de la firma de aquella orden ejecutiva, se habrá reforzado la seguridad de unos 162 kilómetros de línea fronteriza, pero no a través de un muro de hormigón, como aseguró Trump, sino por medio de una valla de acero que en gran medida reemplaza construcciones anteriores y lejos en todo caso del plan de completar 724 kilómetros para fines de 2020.
Poco más de un centenar de kilómetros que equivale al 0,04 % de una frontera de casi 3.180 kilómetros de frontera con México, a las que se añaden 214 kilómetros que se hallan en construcción, de acuerdo a la Patrulla Fronteriza.
Hace dos semanas, el secretario interino del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), Chad Wolf, celebró en Yuma (Arizona) el «nuevo» muro fronterizo, que reemplaza anticuadas barreras por una «moderna» que incluye tecnología de punta como sensores, cámaras de vigilancia y mejor acceso para los agentes fronterizos.
«No es un reemplazo como nuestros críticos lo han llamado, es un nuevo muro», defendió Wolf sobre unas obras de las que por lo menos 88 kilómetros de refuerzo fueron aprobadas ya por el Gobierno anterior para precisamente reemplazar tramos antiguos.
Jenn Budd, una exagente de la Patrulla Fronteriza que ahora es voluntaria en grupos de apoyo a migrantes, dice a Efe que la mayoría de aquellos que no viven en estados fronterizos «no tiene ni idea» de lo que sucede en esta región y si ven a un funcionario que «formalmente dice algo desde la frontera piensa que debe ser así».
En el acto celebrado en Arizona, se develó una placa en la que se califica de un «importante logro» la nueva valla, pero a juicio de Budd es un mensaje para los electores de Trump que viven físicamente alejados de la frontera, precisamente en un año electoral.
Y en estos meses antes de las elecciones presidenciales de noviembre próximo, en las que buscará la reelección, el tema migratorio se prevé como uno de los aspectos claves de su campaña, al igual que lo fue en la de 2016, cuando prometió un muro que evitaría la llegada de migrantes y el cruce de drogas y que pagaría en totalidad el Gobierno de México, cosa que no ha conseguido.
Pero su famosa promesa electoral ha ido enfrentando demandas en las cortes de justicia y trabas presupuestarias en el Congreso, donde los demócratas han hecho todo lo posible por impedir una obra que quedaría como legado de Trump.
Los presupuestos que han ido saliendo del Capitolio han incluido partidas para reforzar la seguridad en la frontera -en diciembre pasado se dio luz verde a una partida de 1.373 millones de dólares-, pero Trump pidió desde el inicio unos 25.000 millones para construir su tan ansiado muro de cemento.
E incluso llegó a forzar el cierre administrativo más largo de la historia del país por la negativa de la Cámara de Representantes, en manos demócratas, de darle el dinero que él pedía.
Por eso ha maniobrado para desviar fondos destinados a infraestructuras y a la lucha contra el narcotráfico, como los 7.200 millones del Pentágono que medios nacionales aseguran que quiere usar para financiar la construcción de la valla a lo largo de unos 800 kilómetros.
Porque hace meses ya que Trump asumió públicamente que su plan de levantar una pared de «cemento», lo que él, como empresario inmobiliario «sabía hacer mejor», no iba a ser posible.
«Creo que tendremos que construir un muro de acero, en lugar de un muro de hormigón», dijo Trump. «Nunca dije que iba a construir un concreto, dije que iba a construir un muro», aseguró en una de sus ya conocidas contradicciones y falsedades.
Llegó incluso a ordenar que se construyeran a escasos metros de la barda que divide Otay Mesa (California) y Tijuana (México) ocho prototipos de muro, cuatro de cemento y otros tantos de acero, pero en febrero de 2019 los derribó todos sin elegir ninguno y siguió levantando los diseños utilizados ya por el Gobierno Obama.
«Todo mundo sabe que, en cuanto a seguridad, el muro no es adecuado; la Patrulla Fronteriza lo sabe, que nunca va a proporcionar seguridad y únicamente va a obligar a que los migrantes busquen corredores cada vez más mortales», critica Budd, que renunció a la agencia en 2001.