México, 5 jun (EFE).- El mítico ecosistema mexicano de Texcoco es un canto a la supervivencia. Si hace unos meses cientos de obreros echaban concreto sobre la vegetación para construir un aeropuerto, la cancelación del proyecto cambió el destino del espacio, que ahora aspira a convertirse en un parque inmenso que resistió al asfalto.
La cancelación del que iba a ser el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador desató opiniones encontradas y detonó la puesta en marcha de un proyecto que busca, entre otras cosas, el desarrollo social de las zonas más deprimidas del Valle de México.
En entrevista con Efe, el arquitecto encargado del proyecto, Iñaki Echeverría, se muestra entusiasmado con el mandato que le fue encomendado por López Obrador.
«Me habló de belleza, y es insólito que un político hable de eso», comienza contando sobre un proyecto que finalizará en 2024 pero que podría abrir sus puertas mucho antes mientras se sigue desarrollando.
El reto de restaurar el espacio es titánico. Solo en números se trata de 16 kilómetros de distancia de norte a sur materializados en 12.300 hectáreas, dos veces la isla de Manhattan en Nueva York o cerca de 2.000 estadios como el Azteca.
«Es un proyecto que propone un mejor balance entre lo urbano, lo agrícola y lo rural, y que buscará cumplir las metas del Plan Nacional de Desarrollo y la Agenda 20-30», cuenta Echeverría.
De entrada, su desarrollo supondría triplicar la proporción de áreas verdes por habitante en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), donde se estima viven más de 20 millones de personas. Se pasaría de tres metros cuadrados por habitante a nueve metros cuadrados.
No parece tener comparativa, pues aunque el parque urbano por excelencia en Ciudad de México es el Bosque de Chapultepec, su tamaño es 20 veces inferior.
La magnitud del espacio, antaño un lago que custodiaba la ciudad mexica de Tenochtitlan, hace que se haya tenido que dividir en cuatro zonas a nivel jurídico-práctico. Sobre ellas se aplicará «un conjunto de acciones que permiten dirigir el destino de esta zona hacia un sentido más sostenible».
«Vamos a trabajar con paisajes productivos, vamos a recuperar una granja de espirulina (cianobacterias que se usan en la elaboración de concentrados alimenticios) que ya había existido, vamos a trabajar con temas de agricultura local, vamos, en términos generales, a pastizar toda la zona y hacer ciertos trabajos de reforestación específica», detalla el arquitecto.
La guinda del pastel es introducir una serie de paneles solares que capten energía limpia.
Por el camino surgen algunos obstáculos que sortear como «el agua, el entorno social, la accesibilidad al sitio y, sin duda, las obras preexistentes en la zona».
En una parte del espacio se estaba construyendo el NAIM, cancelado después de que López Obrador sometiera el proyecto a consulta ciudadana. Las urnas sentenciaron el proyecto, cuyos restos todavía lucen sobre la superficie.
Desde el cielo pueden verse lo que parecen ser las pistas de aterrizaje. No obstante, Echeverría aclara que «se cree que las pistas están ya construidas pero eso es falso; en realidad es grava de la precarga».
En cualquier caso, son 35 millones de metros cúbicos de piedra y parte de ese material será reutilizado para el proyecto del parque.
Otra parte será utilizada por el Grupo Aeroportuario, organismo público que estaba encargado de la construcción de la terminal, que lo destinará a otros activos.
La zona donde estará ubicado el parque es una de las más deprimidas del Valle de México, «una zona con grandes carencias».
El arquitecto considera que este parque «es una forma de iniciar una conversación sobre el oriente del Valle de México que puede convertirse en parte de una agenda política y social de gran trascendencia para la zona y todo el país».
«Si esto sale bien, todos van a empezar a hacer parques», sostiene convencido.
El parque podría beneficiar a la zona y a sus pobladores -con los cuales ya se han mantenido conversaciones- en términos de «trabajo y educación», entre otros.
Por último, el giro que ha dado el espacio de aeropuerto a parque supone una victoria para los ambientalistas de México, que hicieron presión durante el tiempo que duró la construcción del aeropuerto alertando que esta suponía la aniquilación del ecosistema.
Según contó a Efe la bióloga Patricia Escalante, se estiman entre 70.000 y 350.000 aves acuáticas en la zona. Además, es un lugar por el que pasan multitud de aves migratorias.
Al respecto, Echeverría concluyó que «la preocupación por las aves es una preocupación general» y que «el grueso del espacio es una reserva, por lo que los más beneficiados serán la flora y la fauna».