Madrid, 21 may (EFE).- Los cánones de belleza cambian abrazando la inclusividad, un terreno en el que la figura de los retocadores fotográficos, un oficio que suele caer en la sombra tras los fotógrafos, juega un papel indispensable en los resultados finales, que ahora lejos de la perfección apuestan por la naturalidad.
Están presentes en todas las grandes campañas publicitarias, de moda, e incluso tras las fotografías de producto de todo tipo de ámbitos, y son los responsables de hacer que las imágenes luzcan mejor, más atractivas, llamativas y sujetas a las tendencias del momento.
«El retoque fotográfico completa la fotografía, y es más de la mitad del resultado final de una imagen» explican a Efe en una entrevista Manuel Sanchdell y Judith Moreno, de Samretouch. Tras seis años dedicados al sector del retoque con firmas internacionales como Coca-Cola, Zara y Puma a sus espaldas, ambos coinciden en su visión de un buen trabajo de retoque: «el mejor retoque, es aquel que no se nota», desgranan.
Un oficio que comenzó con la fotografía analógica, en la que «el retoque constaba de modificar los tonos de las imágenes en un laboratorio», para desembocar en el retoque digital, que vivió su ‘boom’ a través del Photoshop, abogando por «pieles con textura de plástico y eliminando imperfecciones», detallan, haciendo hincapié en que al igual que en todos los sectores, el retoque también «sucumbe a modas» y tendencias del momento.
Ahora, las normas han cambiado en busca de la naturalidad, buscando «realzar la belleza haciendo que la fotografía sea más atractiva,» argumentan, puntualizando que aún así, «los cánones siempre dependen de la cultura fotográfica de cada país», sujetos a la concepción de belleza del lugar.
«Una cicatriz o unas estrías pueden ser el sello de una modelo, son imperfecciones que pueden ser bonitas, ¿si una persona es bella como es, por qué cambiarla?» apostillan.
Así es como los especialistas dejan claro que «existen muchos tipos de belleza», y que su trabajo es «realzarla», frente a las tendencias pasadas en las que la fotografía se veía tan modificada que «perdía su alma y esencia» en la búsqueda de una perfección irreal, siendo una profesión que «ensalza las buenas fotografías y arregla las no tan buenas», puntualizan.
Tras varios años de recorrido en producciones que van desde París a Los Ángeles o Singapur, y con una fuerte vinculación a la fotografía, sector en el que ambos trabajan de forma complementaria, tienen claro que para ser un buen retocador es indispensable «tener una sensibilidad especial» a la hora de tratar y concebir las fotos.
«Existen personas con mucha técnica, pero muchas veces no es lo más importante en este trabajo, las fotos deben tener alma y respetar la línea del fotógrafo», cuentan.
Así es como en función de la marca, el fotógrafo y el tipo de contenido, los retocadores pueden invertir «un día entero en una sola foto», si esta por ejemplo es un «beauty», una fotografía en primeros planos donde prima la textura de la piel y los detalles del rostro, enfocada a firmas por lo general de cosmética o maquillaje.
Por otro lado, pueden llegar a realizar «sesenta fotos en una misma jornada», si estas son «ecommerce» o catálogo comercial común en las páginas webs de firmas de moda, en la que los modelos aparecen en un plano frontal luciendo las piezas.
Una labor minuciosa que se compone de paciencia y sensibilidad, y que ofrece como fruto resultados atractivos para el ojo humano: «en ocasiones ver una fotografía es agradable, incluso cuando no se encuentra el por qué, y eso se traduce en un buen resultado de retoque» puntualizan.
Así es como la fotografía, gracias al retoque fotográfico, se presenta en las últimas producciones alejándose de cánones imposibles para mostrar la belleza de la naturalidad y la diversidad.
María Muñoz