México, 12 ene (EFE).- El mexicano Uriel Moreno «El Zapata» cortó tres orejas mientras que los también mexicanos Jerónimo y Antonio Mendoza lograron oreja y vuelta al ruedo respectivamente este domingo en la décimo segunda corrida de la Temporada Grande en la Plaza México.
Los toros de Pozohondo, todos bien presentados, dieron juego por casta y fijeza destacando el lidiado en cuarto lugar en una corrida que convocó un cuarto de entrada.
Tras la polémica por los indultos, en las dos anteriores corridas, la Plaza México cerró el último festejo de la primera parte de la temporada con una puerta grande de «El Zapata» imposible de sostener con argumentos objetivos en una plaza de categoría.
Las reses de Pozohondo fueron las verdaderas protagonistas de la tarde por la casta con la que se emplearon ante los tres matadores, especialmente los cuatro primeros astados que saltaron al ruedo, todos aplaudidos en el arrastre.
«El Zapata» cortó su primera oreja a un complicado encastado, con tendencia a rebañar, al que realizó una meritoria tanda de medias verónicas al capote al inicio de faena.
Igualmente logró ejecutar dos pares de banderillas vibrantes, uno de ellos al violín tras quiebro. Con la muleta el torero mexicano nunca pudo con la bravura del toro y tan solo fue capaz de llevarlo por la tela en pases sueltos sin ninguna colocación además de no tomar la muleta con la mano izquierda.
El acierto con la espada le garantizó su primer trofeo. La puerta grande llegó con el cuarto de la tarde, el mejor de la corrida y el de menos kilos.
El de Pozohondo, de gran movilidad y bravura, era noble y remataba al cielo cada embestida desde que salió de chiqueros agrediendo los burladeros.
La labor de «El Zapata» se apuntaló sobre heterodoxas y vistosas suertes al capote como una ceñida «tapatía», lo mejor que ofreció, un tercio de banderillas en el que de manera consecutiva colocó los tres pares citando una sola vez al toro y una suerte de matar volcándose sobre el lomo del animal con mucho acierto.
La faena de muleta en cambio la realizó sin ningún mando ni sitio y muy despegado. Una colección de figura aliviadas sin pases ni tandas, frente a un animal de vuelta al ruedo que a pesar de ser solicitada por los presentes el juez de plaza se negó a otorgar.
El aldabonazo, de gran inconsistencia, fue protestado por pocos aficionados que entendían, con criterio, que el gran toro de Pozohondo se fue sin ser lidiado, sin ser lucido ni una sola vez con la muleta.
La otra oreja de la tarde, lograda por Jerónimo, quedó justificada, a pesar del exceso de precauciones del torero, por una exquisita tanda por la izquierda en las que el bravo segundo de la tarde fue sometido con temple y profundidad a la muleta del mexicano.
Esa tanda y la estocada es todo lo que dio de sí Jerónimo, pero se trata de los mejores naturales de lo que va de Temporada Grande.
Antonio Mendoza, a pesar de tan solo lograr una vuelta al ruedo, fue sin duda el mejor de luces del festejo. Valiente y con mucho sitio en la cara de sus rivales.
Mendoza logró con el tercero tandas con la mano derecha largas y ceñidas sorprendiendo la fijeza de su toreo en todo momento. Erró al optar por ahogar la embestida del buen burel en vez de insistir en darle distancia.
Mendoza en su anterior comparecencia en la Plaza México tuvo que ver cómo le devolvían vivos sus dos toros, de nuevo la espada le quitó la oreja que tenía en la mano. Mató de media estocada a la tercera.
Con el que cerró plaza, el peor y más manso de la tarde, estuvo muy valiente intentando meter en la muleta al animal de frente y con la femoral a milímetros de los pitones.
Torero y toro se despidieron en silencio. Con los carteles de las segunda parte de la Temporada Grande anunciando figuras la primera parte acaba con la alegría del buen ganado de Pozohondo y las buenas sensaciones que deja Antonio Mendoza.