CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 20 (EL UNIVERSAL).- En el marco del tercer sismo que se presenta en México en 19 de septiembre tras la sismicidad de 1985 y 2017, un especialista de la UNAM detalló las diferencias entre los dos terremotos que antecedieron al ocurrido este lunes, pues reflexionó sobre los cambios que permitió la experiencia de los sucesos, en materia social, histórica y a nivel de estudios.
Minutos después de que sonara la alarma del Simulacro Nacional, la historia se repitió y un sismo con epicentro en Coalcocoman, Michoacán de 7.7 grados se registró, de acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional.
En el 2017 el movimiento de la tierra provocó el colapso de algunos edificios que afectó mayormente la zona centro, además de Oaxaca (epicentro), asimismo provocó la muerte de cientos de personas, mientras que ayer sólo se presentaron algunos daños en inmuebles sin reportarse fallecimientos, sin embargo, expertos señalan que ninguno de los dos fue tan devastador como el de hace 37 años.
Ante esto, el investigador Raúl Valenzuela Wong, del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica, señaló que las acciones en materia social y académica se deberían de enfocar a la prevención más que a la predicción, «es imperativo saber cómo podemos garantizar que nuestras viviendas y construcciones estén bien hechas».
Pese a que cada vez se ha avanzado con respecto a los reglamentos de construcción y la preparación para éste tipo de fenómenos, explicó que para algunos investigadores el terremoto del 85 era una referencia para los próximos eventos, sin embargo, el de 2017 demostró que aún quedan las lecciones y enseñanzas, además de «camino por andar» en el tema.
Raúl externó que en el de hace cinco años lo ideal hubiera sido que no se viniera abajo ningún edificio, lo que alertó que aún existen inmuebles viejos que no fueron reforzados además que no se cumplieron los estándares de construcción.
También aclaró que han sucedido temblores de gran magnitud en otros meses, lo que rompe con el estigma de que septiembre es un mes «peligroso».
«Tenemos temblores que no han sucedido en septiembre; uno de estos, percibido fuerte en la Ciudad de México en julio de 1957, conocido como el sismo del ‘Ángel’; otro en marzo de 1979, el de ‘la Ibero’, que dejó maltrechas las instalaciones de la Universidad Iberoamericana en la colonia Campestre Churubusco», explicó.
De acuerdo con el comunicado, los sismos grandes están asociados con movimientos en las zonas de subducción o en los ambientes tectónicos como en los casos ya mencionados, 57, 85, 95 y 17.
El temblor del 17 fue de 8,2 con epicentro en Oaxaca, una magnitud que de acuerdo con el especialista no había pasado desde 1932.
«85 años habían transcurrido, es importante ponerlo en perspectiva si pensamos en otros de magnitud 8 o mayores en México», dijo Wong, la diferencia con éste fue que se produjo dentro de una sola placa tectónica, es decir en la Placa de Cocos que se encuentra debajo de la Placa de América del Norte, «Ocurrió en un ambiente tectónico de extensión».
¿Por qué es complicado predecir un temblor?
Wong explica que los movimientos telúricos se producen a 10, 15, 50 o más kilómetros de profundidad donde no hay probabilidades de realizar una medición exacta o prevenir que se produzcan.
Los sismómetros sirven para registrarlos, una vez que ocurren, «es muy difícil emprender observaciones de la Tierra desde su interior y que esto nos anticipe que pueda ocurrir uno».
El especialista añadió que cuando se conoce que en una parte del mundo se produjo un temblor de la magnitud que sea, tras un cierto tiempo, o número de años, «por la forma en que se acumula la energía» se puede producir otro de la misma magnitud en la zona.