México, 16 nov (EFE).- A la hora de asumir la escritura, el poeta y novelista argentino Fabián Casas se considera un desertor del Ejército de los ‘bobos’, como le llama a los que se proclaman a sí mismos cronistas, se lo creen y echar a andar su ego.
«Las personas que se empiezan a autoproclamar, soy un cronista, el mejor de Latinoamérica, soy esto o lo otro se convierten en unos bobos», dijo en entrevista a Efe Casas, considerado por la Feria del libro Guadalajara como uno de los autores que garantizan el relevo de los grandes escritores latinoamericanos del siglo XXI.
De 54 años el autor originario de Buenos Aires, es una de las personalidades del Festival Cuadernos Hispanoamericanos que termina este sábado en la Ciudad de México con algunos de los mejores autores de habla hispana.
Poeta, ensayista, novelista, guionista de cine y escritor de teatro, en algún momento de su vida Fabián fue un buen periodista y tiene ideas propias de cómo se debe asumir la crónica.
«Los peor con respecto a la crónica es pensarte dentro de ella y decir voy a escribir una crónica. Hay que trabajar desmontando la idea de crónica. Para que un texto tenga potencia, sea crónica, ensayo o lo que sea, debe tener el espíritu de la poesía», asegura.
A la manera del periodista polaco Ryszard Kapuscinsky, quien insistía en que si se quiere escribir de una manera bella es obligado leer poesía a toda hora porque los poetas son los únicos preocupados por el idioma, Casas ha leído a muchos poetas en su vida, lo cual enriqueció su verbo.
«La poesía es el arte de hacerte buenas preguntas. Funciona como algo que va abriendo el campo de lo posible a través de interrogantes que te hagas o se hicieron los poetas que lees. A partir de ahí funciona como motor de la escritura y amplía la sensibilidad», explica.
«Ensayos bonsái», uno de los libros a la venta como parte del Festival de Crónicas de México es una muestra del aliento poético del también filósofo, para quien el acto de escribir debe ser espontáneo.
«Hay una parte inconsciente y otra relacionada con lo aprendido. Aprendes esquemas de estructuras; yo tomé de todo pero hay algo en medio de la índole de los azaroso y lo espontáneo, vas adquiriendo un oído. Soy guionista y eso te abre la cabeza y el oído», confiesa.
En enero de 2017 Casas perdió a un amigo, el escritor y crítico Ricardo Piglia, quien además de ser su maestro lo ayudó en términos prácticos.
«Fue el que más influyó porque me dio plata para sacar una revista y una vez me salió de padrino para ganar una beca. Influyó no solo en términos teóricos, también prácticos. Después es difícil encontrar un escritor argentino no influenciado por Borges, es el escritor que divide las aguas», asegura.
Sin embargo cree que la muerte de Piglia y Borges, de Julio Cortázar y de otros emblemáticos no dejó huérfana a la literatura de su país, con numerosos escritores vivos de primera fila como César Aira o Ricardo Zelarayán, por mencionar a dos.
«También está Tamara Kamenszai; hay muchas mujeres escribiendo bien, Selva Almada es muy buena, Claudia Piñeiro, igual. En Argentina siempre hubo escritoras mujeres geniales. Sara Gallardo, por ejemplo», asegura.
Fabián, un solitario que ostenta la cinta marrona en kárate, es hincha del San Lorenzo de la liga de fútbol de su país y no tiene redes sociales. Pocas veces da entrevistas y no presenta sus libros. Eso lo distrae de su mundo interior.
«Me gusta la vida privada y común; en este momento la prioridad es ocuparme de mis hijos, una nena de ocho y un niño de cinco. Me gusta mucho dar clases; no creo en ningún género específico; prefiero una crónica que pueda leerse como novela, un cuento que pueda asumirse como poema o un poema como haikú», dice.
Cree que el periodismo va en vías de extinción porque cada día cierran más diarios y los medios exigen a un periodista hacer cuatro cosas a la vez, lo cual quita potencia al oficio. El sello editorial Seix Barral lo calificó como el último escritor de izquierda, sin embargo, él cree que los de derecha escriben mejor.
«Son mejores porque los de izquierda tienen la necesidad de educarnos y eso hace perder potencia en la literatura», observa.
Entrevistarlo significa platicar con un hombre inteligente con una claridad a la hora de entender el mundo.
«El ego es malo. Es como un cheque que te dio el capitalismo, te lo va a cobrar pero tu no tienes fondos. Los reconocimientos no significan nada; es mejor hacer trabajo social, trabajo para los demás», dice y con su filosofía levanta la mano como un desertor del Ejército de los ‘bobos’.