Papantla (México) 11 feb (EFE).- Con azadones, picos, palas y machetes, cientos de familiares de desaparecidos escarban en busca de tumbas clandestinas en la comunidad del Paso de Coyutla, en Veracruz (este), un estado mexicano sumido en la violencia del narcotráfico.
Entre la maleza y la hojarasca, representantes de colectivos de búsqueda de personas, miembros de la Guardia Nacional y la Fiscalía General se abren paso para rastrear restos humanos y posibles cementerios clandestinos.
Con un calor infernal, alrededor de 300 familiares provenientes de 27 estados del país se unieron en lo que ya es considerada la brigada de búsqueda más grande de la historia para trabajar en esta zona de Veracruz, en el oriente este del país.
Y lo hicieron para enfrentar una de las mayores tragedias de las que se tenga memoria en México: 61.637 personas no localizadas desde que se tienen registros, según reportes de la Secretaría de Gobernación.
Ahora los familiares se han concentrado en el norte de Veracruz, sumido en la violencia del narcotráfico y que ocupa los primeros lugares del país en número de fosas clandestinas localizadas.
Ataviados con sombreros y ropa para protegerse de las inclemencias del sol, trabajan desde temprana hora y hasta la tarde en la comunidad Paso de Coyutla, del municipio de Coyutla.
Maricel Torres, integrante del colectivo «María Herrera» de Poza Rica, revela que llegaron a esa zona por un reporte anónimo acerca de la posible presencia de los restos de una joven. Y entonces se pusieron a hacer lo que por desgracia han aprendido: buscar y encontrar a los suyos bajo la tierra.
Ha sido gracias a mensajes anónimos cómo se ha lograron localizar en los últimos años la mayoría de 601 fosas clandestinas en Veracruz.
Una de ellas fue la megafosa clandestina de Colinas de Santa Fe, en el puerto de Veracruz, donde fueron localizados 298 cráneos y 22.900 restos óseos en poco más de 135 áreas.
En los últimos ocho años, en el territorio veracruzano -que se disputan los carteles de Los Zetas, el Golfo y Jalisco Nueva Generación- han sido encontrados enterrados de manera ilegal 518 cuerpos, 560 cráneos y 53.606 fragmentos de hombres, mujeres y niños.
Acompañados por canes entrenados en búsqueda pertenecientes a la Guardia Nacional, una corporación conformada por fuerzas policíacas, navales y castrenses, el grupo de voluntarios hace un barrido en el predio con la esperanza de hallar un indicio de sus madres, padres o hijos.
«Descubrimos un mal trabajo de las autoridades; no es posible que sean ahora las familias las expertas y encuentren lo que ellas no encuentran», afirma Mario Vergara, integrante de la brigada nacional de búsqueda.
Tras años de búsqueda -afirma quien rastrea a su hermano Tomás, desaparecido el 5 de julio de 2012 en el estado de Guerrero- han dejado de buscar culpables y se han concentrado en sus familiares.
Por vez primera se trabaja en cinco ejes: búsqueda en vida, búsqueda en campo, trabajo en iglesias, búsqueda en cárceles y concienciación en escuelas.
Ahora también se sumó un equipo de expertos forenses para la identificación en campo y se formó a miembros de Seguridad Pública del Estado.
EL HALLAZGO
En medio del monte se escucha de pronto el aviso de que han encontrado lo que parecen ser restos óseos: un trozo de un cráneo, un diente y una costilla.
Durante la búsqueda se mezclan tristes anécdotas, la mayoría sobre la desaparición y la muerte. Comienza la limpieza del área y, aplicando técnicas forenses, se señala la localización de restos.
Conforme avanzan en la búsqueda, una tras otra surgen las historias de terror que han vivido las familias de los desaparecidos en cualquier región de México.
Una voz cuenta que en Guerrero, en la costa del Pacífico, durante una brigada similar, encontraron los restos de personas arrojados dentro de letrinas de un poblado abandonado.
Otra relata que en Sonora, en el norte de México, han localizado cuerpos doblados sobre sí mismos, con los ojos vendados, maniatados, en pequeños hoyos.
Los familiares se mantienen estoicos, firmes a pesar del intenso calor, del cansancio y del dolor que traen atravesado en el alma. Aún tienen días por delante, porque su búsqueda se extenderá hasta el 22 de febrero.
Seis horas entre la maleza, escarbando y buscando indicios parecen mucho, pero son poco para las personas que se quiebran cuando al final del trabajo se escucha la oración del Padre Nuestro.