México, 2 oct (EFE).- Los fanáticos del icónico cantante mexicano José José, fallecido en Miami el pasado 28 de septiembre a los 71 años, mostraron su alegría este miércoles tras conocer que podrán decirle adiós por última vez luego de que sus hijos anunciasen que los restos viajarían a México para una emotiva despedida.
Frente a la estatua conmemorativa que tiene el cantante en la colonia (barrio) Clavería, en Ciudad de México, donde vivió su infancia, algunos de sus incondicionales cuentan a Efe cómo esperan que sea la despedida final de uno de sus ídolos.
«Queremos brindarle tributo como él se merece, ha puesto muy en alto a la Ciudad de México y todos los aquí presentes nos sentíamos decepcionados porque queremos ya a nuestro príncipe aquí para despedirlo», dice emocionada María de los Ángeles Reséndiz.
Esta mañana ha venido a tomarse una fotografía junto a la estatua del intérprete de canciones como «El triste», que aún sigue abarrotada de flores.
«Estamos pendientes de que digan que ya viene (los restos) y aquí lo vamos a esperar con todos los honores que se merece», asegura después.
Desde que se dio a conocer su muerte el pasado sábado, los desencuentros entre los tres hijos del cantante se hicieron patentes hasta que finalmente este martes optaron por una reconciliación, al menos de cara a los medios.
Según informó este mismo miércoles la Secretaría de Cultura y la de Relaciones Exteriores (SRE) de México, en un comunicado conjunto, los hijos de José José trasladarán el cuerpo de su padre al inicio de la próxima semana a Ciudad de México.
El cuerpo sería enterrado en el Panteón Francés, junto a los restos de su madre, Margarita Ortiz, quien falleció en 2004.
Previamente, se espera que haya un acto en el Palacio de Bellas Artes.
El acto, aunque todavía sin fecha, ya despierta la ilusión y las fantasías de los fanáticos, que tienen una imagen mental de qué le llevarán.
María de los Ángeles Reséndiz asegura que llevará «un globo blanco» y un «listoncito» para despedirlo.
Otra mujer, Soledad Sánchez, quien es del barrio donde se crió José José y se encontraba tomándose una foto con la estatua, dice a Efe que a la ceremonia de despedida llevará «dos rosas, una blanca y una roja» por su componente «simbólico», ya que una de las canciones del intérprete se titula «Dos rosas».
Para ella, esas dos rosas, «hablan del amor en sus dos facetas, el amor ideal y el amor pasional».
Desde que murió el cantante, ambas mujeres aseguran que han estado pendientes de las noticias de forma constante, primero porque dos de sus hijos aseguraron que no sabían dónde estaba el cuerpo, y ahora, ya con el conflicto dirimido, para saber cuándo y dónde se hará finalmente el homenaje.
Otra mujer, María Genoveva Guerrero, de unos 80 años, en silla de ruedas frente a la estatua del músico, cuenta a Efe que conoció al llamado Príncipe de la Canción cuando este tenía apenas 9 años.
«Yo era catequista de la iglesia de la María Concepción, que está en esa glorieta, y él cantaba en la misa de las 9 de la mañana con los niños», recuerda.
De esa época recuerda algunas cosas, aunque primero de todo matiza: «No voy a contar lo malo, solo lo bueno».
La carrera de José Rómulo Sosa estuvo marcada por algunos momentos oscuros en los que asomó su adicción a las drogas y al alcohol.
Pero Sánchez prefiere recordar las tardes que pasaba con él en el pequeño parque que hoy alberga su estatua.
«Era amigo, era muy amigo, con nosotros nunca se portó mal», asegura.
Al enterarse de su muerte, la mujer pensó en acudir el propio sábado a despedirlo a la estatua, a cantar junto a los cientos de personas que ahí se reunieron, pero por cuestiones de movilidad debido a la silla de ruedas, prefirió venir este miércoles junto a su marido.
No ha traído ningún tributo al cantante, pero asegura que le deja su corazón, pues «él sabe que lo quería mucho».
Sobre su despedida, opina que «ojalá se la hicieron como a Pedro Infante», en la que «todo el pueblo lo siguió desde que llegó al aeropuerto hasta el panteón».
En cuanto se anuncie la fecha exacta de la despedida, María Genoveva asegura que irá pero que no llevará flores.
«¿Las flores para qué?, esas se mueren, le doy mi corazón, todo el pueblo de México lo adora y todo el mundo lo adora», dice convencida.
Por último, la mujer recuerda la casa donde vivió el fallecido, ubicada en la calle Tebas número 32, a cinco minutos de la estatua.
Allí, una casa azul destaca sobre las demás enmarcada en una parcela empedrada, con un portón blanco y dos solitarias y diminutas banderas de México en lo alto.
No hay nadie en la calle, los mexicanos esperan que se anuncie la fecha para darle el merecido último homenaje a uno de sus más grandes iconos.