A la sombra de los vetustos árboles, rodeados de flores y ambiente de fiesta, los turistas e hidrocálidos por igual, pasean en el típico Jardín de San Marcos, disfrutando de momentos familiares llenos de alegría y música, además de degustar los típicos raspados, duros con salsa y el popular “chicharrón de puerco y puerca”, que nada más hay en Aguascalientes, justo en un puesto a un lado de la puerta del jardín que da a la explanada en la que los “Voladores de Papantla” son esperados por cientos de personas para acompañar el vuelo acrobático en el que se juegan la vida.
El jardín abre sus cuatro puertas a los feriantes y los recibe en medio de la fronda, con sonido del clásico danzón que hace a los pies moverse sin querer, mientras que un artista disfrazado de luchador baila para los paseantes y bancas más allá, sentados entre los viejitos que ocupan el pasillo central, están Batman, Emiliano Zapata y Pancho Villa, departiendo con los feriantes y tomándose fotos por una módica propina, que hasta a los paseantes se les olvida dejarles, pero con el mismo gusto exhiben sus armas, sus cananas y sombreros revolucionarios todos en tonos de bronce, al igual que sus maquillajes especiales, que hacen que luzcan como verdaderas estatuas.
Más adelante, se observa al vendedor de juguetes metálicos que son “un reto a su habilidad mental”.
En el mítico jardín de nuestros ancestros, se vive un ambiente mágico entre el vuelo de las chuparrosas, la intempestiva visita de las ardillas que piden alimento a los paseantes y cada vez se hacen más sociables, porque la necesidad las empuja, lo mismo que quienes buscan ganarse la vida vendiendo las paletas de hielo, bebidas refrescantes y botanitas, pero también pidiendo limosna.
En el lugar se respira paz, mientras muchas personas solamente pasan, otras llegan a sentarse para gozar de la frescura entre sus andadores que reflejan las antiguas historias aprisionadas entre las bancas y los viejos árboles del tradicional lugar.
Los turistas nos cuentan que se sienten felices en este sitio, “apenas vamos llegando, pero la Feria nos parece muy bonita”, dice una visitante de Morelia, acompañada por una señora de Atlacomulco.
Pedro Méndez y su esposa Catalina también van pasando por el viejo jardín y se detienen a responder a HIDROCÁLIDO que vienen de Tlaxcala, el estado más chiquito de México, al cual le sigue Aguascalientes, quienes complacidos relatan que esta Feria es muy especial, además de que se han enterado que tlaxcaltecas vinieron a poblar precisamente el viejo “Pueblo de Indios”, que ahora es el Barrio de San Marcos. Catalina nos dice con ojos iluminados que ella es de Aguascalientes, pero vive en Tlaxcala con su esposo y ahora decidieron venir a la fiesta bonita.
Otros feriantes de Aguascalientes destacaron que está muy bonito el jardín, agradable y fresco, todo muy verde y muy limpio y recordaron que anteriormente alrededor del jardín se colocaban los tapancos para bailar, además de que había puestos de comida, entre ellos los famosos antojitos de “Doña Petra” y sus ayudantes que se distinguían por sus pañoletas de colores vivos en la cabeza.
Señalaron que si no hubiera violencia, la Feria sería el paraíso y por eso van temprano a darse una vuelta.
El recorrido continúa en el ambiente poético y tradicional de un jardín en primavera, como diría el poeta originario de esta tierra, José F. Elizondo y la gente sigue llegando de los cuatro puntos cardinales de México y de otros lugares del mundo para disfrutar de este lugar lleno de luz y alegría, donde miles han pasado y pasarán disfrutando de la hermosa verbena abrileña y cientos de gargantas se preparan para gritar o enmudecer con el vuelo de los Voladores de Papantla, que día a día surcan los cielos de Aguascalientes en esta Feria única e irrepetible, que unifica a propios y extraños en su gran tradición.