El perfil de Omar García Harfuch, el secretario de Seguridad de la CDMX, atacado la semana pasada por decenas de sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación, choca con el estilo de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Nieto e hijo de dos legendarios priístas, miembro de una estirpe militar y policial histórica de la segunda mitad del siglo XX en México, García Harfuch es un tipo de cuidado, que está muy lejos, pero mucho, de abrazar la fallida doctrina de los abrazos y no balazos que pregona el Presidente de México.
Si bien no depende de AMLO, sí lo hace de Claudia Sheinbaum, la segunda gobernante más importante del país y la más cercana al mandatario federal. Es decir, indirectamente García Harfuch forma parte de la Cuarta Transformación. Por eso llama tanto la atención su perfil. Porque contradice los postulados del Presidente y sus deseos de que en México se deje de hablar de guerra y se comience a hablar de paz.
El atentado contra el jefe policial es claramente un desafío de la delincuencia organizada al Estado Mexicano. Y aquí no caben las etiquetas. No es un desafío a la Cuarta Transformación, es un desafío al Estado, Estado que no se puede dar el lujo de cederle todavía más espacios de poder a los criminales.
Cuando uno no ejerce el poder, otros lo van a ejercer por ti. Y eso está pasando en México. Parece que desde el Gobierno federal se olvidaron de su obligación de combatir a la delincuencia. Con el objetivo de que hubiera paz, para que se dejara de hablar de balaceras, de extorsiones, de secuestros, de ejecuciones, se optó por bajar las armas frente al crimen, causando un efecto diametralmente opuesto al buscado. Porque al ver que el Estado estaba débil, al notar que no los perseguían o que los perseguían a medias, al ver que la capacidad de reacción de las fuerzas del orden era mínima y que más bien se estaba buscando una especie de pacto, los delincuentes encontraron la oportunidad de oro para hacerse de más poder todavía.
¿Qué busca el narco?, nada nuevo, busca todo el poder que se pueda para que nada ni nadie les estorbe en su negocio.
Ahora bien, tampoco es que el Estado Mexicano haya sido siempre una fortaleza frente al crimen. Hace mucho que el poder de ambos se emparejó. Pero me aterra pensar que en los próximos meses los delincuentes tomen la ventaja definitiva frente al Estado y logren, de una vez y para siempre, ponerse encima de él.
Frente a este panorama, qué bueno que todavía existan y estén en funciones en el país perfiles como el de Omar García. Funcionarios que no estén dispuestos a cederle ni un ápice de espacio al crimen, funcionarios que saben muy bien que en esa relación el que tiene que mandar es el Estado, no la delincuencia.
¿Que su estilo de policía y de combate a la delincuencia chocan con el estilo dizque pacifista del actual régimen? Pues qué bueno que choquen, justo eso se necesita, a alguien que le haga ver al Presidente la realidad, que al crimen se le combate con fuerza, con inteligencia sí, pero con fuerza, no con debilidad.