México, 2 ago (EFE).- El Gobierno de México dio el mayor golpe al narcotráfico desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador asumió el poder al capturar a Santiago Mazari, El Carrete, presunto líder de Los Rojos, uno de los principales grupos criminales del sur del país.
La Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana informó este viernes que El Carrete fue detenido en la noche del jueves en el municipio de Leonardo Bravo, en el sureño estado de Guerrero, tras una acción coordinada entre el Ejército, la Marina, la Policía Federal y el Centro Nacional de Inteligencia.
El Carrete, quien ha estado una década bajo búsqueda de las autoridades, es considerado «uno de los principales generadores de violencia» tanto en Guerrero como también en el sureño estado de Morelos, limítrofe con la capital mexicana.
En la operación, el líder criminal fue detenido junto a otro sujeto, identificado como Marco «N», quien presuntamente es su principal operador.
«Es la mayor detención de un capo; la figura más emblemática e importante hasta la fecha», contó este viernes a Efe el analista de seguridad Alejandro Hope, quien lo considera el arresto más destacado desde que López Obrador asumió el poder, el pasado 1 de diciembre.
El Carrete, quien fue trasladado este viernes al penal Puente Grande de Jalisco, es acusado de delincuencia organizada, de delitos contra la salud (narcotráfico) y de secuestro.
Desde el año 2009 pesaba una orden de arresto en su contra y había conseguido escapar al menos de cuatro intentos de captura.
El presunto delincuente es considerado el líder de Los Rojos, una banda criminal dedicada a la producción y trasiego de opio derivado de la planta de amapola tanto en Guerrero como en Morelos.
Los Rojos son un rival histórico de la banda Guerreros Unidos y mantiene una guerra abierta con Los Ardillos por el control de algunas localidades de Guerrero.
De acuerdo con Hope, este grupo es «un ejemplo de las bandas emergentes» que son menos sofisticadas que los cárteles tradicionales, tienen menos conexiones internacionales para el comercio de drogas y están más enfocadas en el mercado local.
A esta organización se le vincula con la desaparición en 2014 de 43 estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinapa en el municipio de Iguala, en el estado de Guerrero.
De acuerdo con la versión oficial, policías corruptos que trabajan por el cártel Guerreros Unidos secuestraron a los estudiantes creyendo que dos de ellos formaban parte de Los Rojos.
Con la caída del Carrete, esta banda criminal, considerada pequeña en comparación con los antiguos cárteles, puede quedar muy debilitada y fragmentar todavía más el narcotráfico en el sur de México.
«En Guerrero hay una multiplicidad de grupos armados. En ese sentido, un proceso de fragmentación de estos grupos puede hacer mucho más complejo el ecosistema de bandas de la zona», relató el analista de seguridad.
De hecho, el Gobierno de López Obrador mantenía hasta ahora una retórica contraria a combatir el narcotráfico mediante la captura de grandes capos.
Esta es la estrategia que emprendió el entonces presidente Felipe Calderón (2006-2012), quien movilizó al Ejército en una guerra contra el narcotráfico que atomizó los cárteles y disparó las cifras de violencia.
Hope opinó que, a pesar de la retórica del nuevo Gobierno, las fuerzas de seguridad mexicanas están entrenadas para combatir a los cárteles buscando a sus líderes y por eso tuvo lugar esa detención.
Pero también apuntó que «ante la ausencia de resultados en las cifras de violencia, el Gobierno busca tener victorias rápidas como esta captura».
La inseguridad continúa al alza en México con 17.138 homicidios en el primer semestre del año, una cifra récord pese a los esfuerzos del Gobierno de López Obrador, quien ha desplegado la Guardia Nacional, un nuevo cuerpo se seguridad formado por militares y policías.