Se dice fácil y pronto, aunque inmediatamente después de la cifra, hay que entender que la estadística se refiere a personas que, como usted y yo, dependen de un puesto de trabajo para llevar alimento a la mesa, educar a los hijos, vestir a la familia y hasta, ¿por qué no?, dedicarlo al esparcimiento, al ocio y la cultura, que también son, o deberían ser, derechos a los que tenemos derecho todos los mexicanos, sobre todo ahora que se nos promete la felicidad expresada con esa vaguedad de ‘bienestar’.
El dato puro y duro habla de 16 mil 500 puestos de trabajo destruidos en nuestra Entidad en los meses que van de marzo a junio, aunque se trata de puestos de trabajo que se perdieron en los registros del IMSS y que solamente contabilizan los empleos formales, de tal manera que se estima que, con los trabajos perdidos en el sector informal, esa cifra se estima en 35 mil.
Los datos nacionales nos hablan de un millón 113 mil puestos de trabajo perdidos entre marzo y junio, más de los que se habían creado entre el 2018 y el 2019, lo que ya es malo y que es peor si lo multiplicamos por dos para hacer la estimación del total de empleos perdidos en el país, y mucho peor cuando vemos que, sin expectativas de recuperación a corto plazo, apenas se ofrecen unos centenares de trabajos de nueva creación y unas decenas de miles de puestos temporales, de los que por cierto ninguno es para Aguascalientes, como reportó la semana pasada la firma Manpower.
El asunto, sin embargo no queda allí, pues quienes pudieron conservar sus trabajos no necesariamente recibieron sus salarios los pasados meses, pues miles pasaron por las penurias provocadas por los cierres de sus empresas, las jornadas reducidas, los paros técnicos y la merma de sus ingresos, lo que se traduce en esa masa de millones de mexicanos que ingresaron de golpe en el grupo de población cuyos ingresos están por debajo del nivel de la pobreza y esos otros tantos que pasaron de su condición de pobres a las filas de la miseria extrema.
Como sea la situación se vuelve más crítica por la ausencia de expectativas en un mediano plazo de que se recuperen los empleos, lo que nos hace pensar, por no hablar de nosotros, la que están pasando en lugares como Quintana Roo donde el desempleo alcanzó a uno de cada cinco personas de la Población Económicamente Activa, o a los que se emplean en sectores que han sido significativamente los más golpeados por esta crisis, tal el caso de la industria de la construcción, que en algunos lugares ha perdido la mitad de sus trabajadores.
Mal consuelo tenemos si nos hemos de atener a aquella oferta alegre y falsa del mandatario, que por cierto no ha vuelto a hablar de ella, que aseguraba que se crearían millones de empleos en las obras de construcción de sus cuestionados proyectos de Yucatán y Dos Ríos, que ningún impacto tendrán sobre la economía de esta región, o en esa suposición falaz de que los becarios de sus programas para ‘ninis’, que aquí ni siquiera se han repartido, representan alguna manera de empleo.