Madrid, 9 oct (EFE).- Dos años antes de su muerte, cuando la ceguera solo le permitía ya dictar, Andrea Camilleri dedicó a su bisnieta un texto en el que repasó su trayectoria personal y literaria junto a la historia mundial del último siglo. «Háblame de ti. Carta a Matilda» se publica ahora en español como despedida del escritor italiano, fallecido en julio pasado.
Camilleri iba a cumplir 92 años y ya no podía leer ni escribir. Pero mantenía su proverbial lucidez. Suficiente para componer un texto tan breve como intenso: 120 páginas destinadas a su bisnieta -quien en 2017 iba a cumplir cuatro años-, que resumen su vida y los acontecimientos históricos que la rodearon. Desde el fascismo al nacimiento de la república italiana, la mafia, el terrorismo, la corrupción, el populismo, el proceso de unión europea y la inmigración.
Esta «Carta a Matilda», que la editorial Salamandra acaba de publicar en español -en Italia se editó hace un año-, puede leerse como el testamento literario de Camilleri. Sus seguidores encontrarán claves de su pensamiento, su personalidad y sus procesos creativos. Todo contado con una sencillez propia de un maestro del relato y una honestidad apabullante.
En cambio, Matilda -y el resto de lectores- no hallarán en estas páginas grandes profecías: «No consigo imaginarme el mundo dentro de veinte años, ese mundo en que te tocará vivir», dice Camilleri al comienzo del libro, antes de afirmar, casi al final, que la única manera de aprender a vivir la vida es viviéndola. Cada uno la suya.
Pero sí hay algunos principios vitales: «No compartir las ideas de una persona, cuando son certeras e inteligentes, no significa en absoluto rechazarlas. Al contrario». Se lo dijo Orazio Costa, uno de los mayores maestros teatrales del siglo XX, a un joven Camilleri, que le acabó adoptando no sólo como profesor de dirección teatral, sino como «un maestro de la vida».
Ese joven Camilleri que tras abandonar el fascismo de su infancia abrazó el comunismo y dejó su Sicilia natal para trasladarse a Roma, donde desarrolló su vida personal -se casó y tuvo tres hijas- y profesional como director teatral. El teatro fue el centro de su actividad hasta que en 1994 -a punto ya de cumplir setenta años- sintió «la necesidad de escribir un libro» encerrándose «tras los barrotes de esa jaula que es la novela negra».
«Y así nació ‘La forma del agua’, que tenía como protagonista a un comisario de policía, Salvo Montalbano», recuerda Camilleri, quien precisa que no quedó «muy contento» con el personaje. Pero el público sí: Camilleri llevaba vendidos nada menos que dieciocho millones de copias de sus novelas, solo en Italia.
El autor siciliano entabló con su célebre personaje una relación amor-odio que exhibía en las entrevistas con un humor arrollador. Cuanto más hablaba de Montalbano, más lo humanizaba; cuanto más escribía sobre él, más lo adoraba el público.
Insiste Camilleri en estas páginas en que «lo mejor» de su escritura se encuentra en sus novelas históricas y en la trilogía de «la metamorfosis» que inició «El beso de la sirena».
«He acabado siendo un escritor de un enorme éxito, aunque quiero confesarte que nunca he conseguido explicarme los motivos», afirma Camilleri a su bisnieta, a la que precisa que el éxito «no llegó a entrar nunca» ni en sus relaciones familiares ni en sus relaciones con el mundo.
Un mundo que se disponía a abandonar sin temores, pero con cierto fastidio: «No me da miedo morir, simplemente me molesta sobremanera tener que dejar a las personas que más quiero».
Antes de partir dejó en este libro un mensaje de esperanza en las nuevas generaciones. «Los jóvenes -decía Camilleri- poseen la capacidad de hacer borrón y cuenta nueva y de devolver a la política la ética perdida, tienen la posibilidad de dar un sentido distinto y nuevo a la vida en común, tienen la capacidad de hacer resurgir a nuestro país no solo económicamente, sino infundiéndole la fuerza apasionada de un nuevo ideal».
Y concluía: «Estoy seguro de que mi confianza no se verá traicionada».
Carlos Gosch