Hace unos días un dirigente sindical hacía una preocupante revelación, la de que en algunas empresas hay trabajadores que resultaron contagiados de Covid-19, que lo saben y que aun así se niegan a confinarse, por no hablar de aquellos que conviven con personas infectadas o aquellos que sospechan poder estar en esa situación y se niegan a confinarse, y por ende siguen haciendo sus actividades regulares y así van propagando el coronavirus entre las gentes que tienen a mal cruzarse en su camino.
La razón, nos explican, es que personas que dependen de sus ingresos diarios, temen ser identificados como contagiados o como sospechosos de portar el microorganismo, pues temen ser despedidos, en la mayoría de los casos, o temen ser aislados por su entorno, en algunos otros, de tal manera que han asumido que mejor ir por el mundo pasando el bicho, sin importar a cuántas personas infecten, o cuales pueden ser las consecuencias de su irresponsabilidad.
Los datos locales son elocuentes, pues si hace dos semanas el ritmo de crecimiento de la pandemia se daba a razón de una cincuentena de casos cada jornada, y hace una con un promedio de 60 o 65 nuevos positivos, las últimas jornadas arrojan ya cifras que rondan los 80 contagiados cada 24 horas, en el entendido de que los procesos de propagación de virus crecen de esta manera si no se les ataja en algún momento.
Por allí circula un documento que reproduce en su propia voz las afirmaciones de AMLO de que la epidemia está domada, de que la curva se ha aplanado, que la tendencia de contagios nuevos es a la baja, lo que viene asegurando desde fechas tan remotas como abril pasado, mientras una gráfica va mostrando cómo el virus que es persistente y no entiende de la narrativa presidencial, que no entendemos ni siquiera los humanos que tratamos de poner atención a lo que pasa, y sigue creciendo.
Esta situación no nos es ajena, y sabemos que si el comportamiento de las autoridades, federales y estatales, no ha sido ejemplar, tampoco la transmisión del Covid-19 se detendrá por decreto, sino que hace falta nuestro concurso, pues la responsabilidad de cada uno para con los suyos y toda la sociedad es cumplir con las medidas elementales de protección personal y, dado el caso, acudir a hacernos la prueba ante cualquier sospecha de contacto con un infectado o ante la aparición de cualquier síntoma que nos haga pensar en que ya nos agarró el bicho, por no hablar de la obligación de avisar a los que tienen contacto con nosotros y proceder al aislamiento, pues cualquier comportamiento en otro sentido ya se puede considerar una irresponsabilidad criminal.
Por allí se están articulando campañas para que sea el respeto por uno mismo, por nuestras familias y amigos y el que le debemos a toda la sociedad, la norma que permita que pronto podamos hablar de que, ahora sí efectivamente, los contagios, que ayer fueron 80 justos, y las muertes, que en las pasadas 24 horas sumaron 6 casos más, vayan a la baja y le podamos ver el primer fulgor a esa luz que seguramente está al final de este túnel.