Los Ángeles, 18 oct (EFEUSA).- Un niño alemán se va de campamento. Hasta ahí parece una película de lo más normal, pero todo cambia al saber que ese pequeño vive en los últimos momentos de la II Guerra Mundial, que acude a un campo de instrucción nazi y que su amigo imaginario es nada menos que Adolf Hitler.
Surrealismo y drama se dan la mano en «Jojo Rabbit», una insólita película del director neozelandés Taita Waititi («Thor: Ragnarok», 2017) que llega hoy a los cines de Estados Unidos con un fabuloso reparto en el que aparecen Scarlett Johansson, Sam Rockwell, Rebel Wilson, Stephen Merchant y el propio Waititi en la piel de un hilarante, invisible y patético Hitler.
Aunque ya era conocido por su peculiar sentido del humor, como demostró sobre todo en «What We Do in the Shadows» (2014), Waititi (Wellington, 1975) ha dedicado gran parte de la promoción de «Jojo Rabbit» a argumentar por qué es legítimo, y hasta saludable, emplear la comedia frente al horror del nazismo.
«Este año se cumplen 80 años de que Chaplin hizo ‘The Great Dictator’ (se estrenó en 1940). Así que no diría que es demasiado pronto», reflexionó el cineasta en una rueda de prensa en Los Ángeles (EE.UU.) previa al estreno de la película en EE.UU.
«Sigue la tradición de gente muy inteligente que tuvo algo que decir y usó la comedia, que en mi opinión es una de las herramientas más poderosas frente a la intolerancia, los regímenes y los dictadores», agregó.
La cinta se centra en un niño (Roman Griffin Davis) tan embriagado por las ideas nazis que su amigo imaginario es Hitler (Waititi) y que ve cómo su mundo da un vuelco cuando descubre que su madre (Johansson) esconde en casa a una joven judía (Thomasin McKenzie).
Pese a que las referencias estéticas de «Jojo Rabbit» la vinculan con el cine «indie» actual, en especial el del siempre singular Wes Anderson («Moonrise Kingdom», 2012), la película de Waititi sigue la estela de cintas satíricas que se burlaron del nazismo como «The Great Dictator» de Chaplin o «To Be or Not to Be» (1942) de Ernst Lubitsch.
No obstante, la película poco a poco se envuelve en el drama y acaba también emparentando con «La vita è bella» (1997) de Roberto Benigni, con la que comparte el espíritu humanista ante el desastre y la importancia de la familia frente a la guerra (aquí, la relación entre el niño y su madre).
Waititi, que tiene ascendencia judía, quiso dejar «muy claro» que «Jojo Rabbit» no «se ríe» de eventos como la II Guerra Mundial o el Holocausto.
«Esta película es un drama con chistes. Es una cinta con un importante mensaje, muy simple: sé bueno y amable», resumió.
Dado el resurgir de la ultraderecha en los últimos años a escala internacional, Waititi concedió que ahora parece una película «relevante», pero señaló que el proyecto comenzó en 2011 y 2012.
«Entonces no había tantos nazis por ahí», ironizó.
El realizador explicó que su propósito en origen era mostrar «por lo que los niños pasan durante las guerras» y cómo ven a los adultos «actuando como maníacos» en medio de los conflictos.
«Ya en 2019, con el estreno de esta película, hay un ascenso de los neonazis y de grupos intolerantes, el odio está en alza y también la gente que promueve el odio y la intolerancia. Ahora la película se siente más relevante y mas oportuna, pero no era la intención original», aclaró.
Ganadora del galardón del público en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), un reconocimiento que suele ser presagio de buenas noticias de cara a la temporada de premios (la vencedora en el mismo evento en 2018 fue la después triunfadora en los Óscar «Green Book»), «Jojo Rabbit» también supuso para Waititi un desafío a la hora de meterse en la piel de Hitler.
«Interpretar ese personaje… La principal palabra para describirlo es vergonzoso», dijo.
Pero, al margen de su bochorno particular por darle vida, Waititi recordó que aquí Hitler es solo una caricatura ridícula a partir de los pensamientos disparatados de un niño de diez años, por lo que se pudo ahorrar cualquier tipo de investigación sobre el personaje o intento de reflejarle fielmente.
«No se lo merece y no quería hacer ningún esfuerzo por él», afirmó.