«Todo corporativismo promueve la inflexibilidad, desmotiva la rendición individual de cuentas y genera el riesgo de ampliar los errores al esconderlos.»
Margaret Thatcher
Las cifras son impresionantes. Un acuerdo entre el Consejo Coordinador Empresarial y el Gobierno Federal está proponiendo para el año que viene 39 proyectos de inversión por un monto total de 297,344 millones de pesos.
La ceremonia de ayer 6 de octubre en Palacio Nacional fue importante, porque, cuando un grupo opositor como Frenaaa afirma que el presidente Andrés Manuel López Obrador está llevando a México al comunismo, la firma de un acuerdo de inversión con las principales empresas del país genera tranquilidad. Quizá lo más positivo del acuerdo es que el Gobierno está expresando su decisión de colaborar con el sector privado. Yo lo aplaudo.
No podemos, sin embargo, cerrar los ojos a la realidad. Aun si llegara a concretarse la inversión, lo cual es dudoso, el monto comprometido sería insuficiente para impulsar una recuperación económica como la que se pretende para el año que viene y los siguientes. La cantidad es de apenas de 1.5 por ciento del producto interno bruto.
La inversión fija bruta en nuestro país fue de 17.9 por ciento del producto en el segundo trimestre de 2020 (México Cómo Vamos). En 2018, al cierre del sexenio de Enrique Peña Nieto, se registraba 22 por ciento, nivel que apenas generaba un crecimiento económico de 2 por ciento anual. Desde hace años el Gobierno Federal ha querido elevar esta cifra a cuando menos 24 por ciento. China tuvo una inversión de 43.1 por ciento en 2019 y de 44 por ciento en 2018, por eso sus altas tasas de crecimiento. El nuevo Plan de Inversión en Infraestructura de nuestro país, en cambio, sólo elevaría el total a 18.4 por ciento.
No es esta, sin embargo, la primera vez que un acuerdo entre cúpulas nos promete más inversión. Apenas en noviembre de 2019 la cúpula empresarial y el Gobierno prometieron 147 proyectos por un monto de 859 mil millones. De esos, sólo han sobrevivido siete, con una inversión prometida ahora de 38 mil millones de pesos.
El nuevo programa tendría sentido si se convierte en punta de lanza de más inversión pública y privada. La más importante es esta última. En 2019 la inversión privada representó 86.5 por ciento del total y la pública sólo 16.5 por ciento.
El problema es que, fuera de las cúpulas cercanas al Gobierno, no se ve una gran confianza para invertir. Los inversionistas han visto la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco y de la planta cervecera de Constellation Brands en Mexicali, a pesar de que ambos cumplían todos los requisitos de ley. Las empresas del NAIM fueron compensadas, a cargo de los contribuyentes y de los usuarios del actual aeropuerto capitalino, pero no los de la cervecera.
A pesar del acuerdo entre AMLO y el CCE, el Gobierno sigue poniendo obstáculos a la inversión privada. La Secretaría de Energía ha suspendido los trámites de evaluación de impacto social (Evis) de nuevos proyectos hasta el próximo 4 de enero. Los proyectos del Presidente no tendrán problemas de trámites, pero todos los demás están enfrentando barreras infranqueables.
Estamos regresando al México corporativista del viejo PRI. El Presidente presenta ambiciosos proyectos en acuerdo con las grandes empresas. No entiende que eliminar las barreras a la inversión y a la competencia es la mejor forma de fomentar el crecimiento.
Pobres
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ha anunciado que para 2030 la generación eólica proporcionará toda la electricidad de los hogares británicos. Los pobres británicos tendrán que aguantar la vista de esos generadores eólicos que afean el paisaje. Los mexicanos, en cambio, somos afortunados, porque podremos seguir gozando de las torres de petróleo, las refinerías y las minas de carbón.
Twitter: @SergioSarmiento