Es el segundo de cinco hermanos del matrimonio conformado por uno de los toreros más destacados del siglo XX considerado como “El Ciclón Mexicano”, Carlos Ruiz Camino, mejor conocido como Carlos Arruza y María del Carmen Vázquez Alcaide.
Realizó sus estudios básicos entre la Ciudad de México y la ciudad de Toluca.
Está casado con Beatriz Bugarín con quien tiene dos hijos, Manolín y Karina.
Consagrado como un torero clásico, repartió sus actuaciones entre España y México, con 32 años en la tauromaquia realizó 1,003 corridas hasta su retiro en el 2009.
Instructor de la Escuela de Espectáculos Taurina en esta ciudad.
Actualmente es el coordinador de la Academia Taurina Municipal de Aguascalientes.
Valiente, entregado y elegante, Manolo Arruza a muy corta edad se convirtió en una de las máximas figuras del toreo azteca. Hoy nos comparte sus inicios y experiencias en el apasionante arte de la tauromaquia.
Matador, ¿cómo nace su vocación por la tauromaquia?
Desde muy pequeño, mi padre era propietario de la ganadería de Pastejé, me crié entre toros de lidia y en el ambiente de la tauromaquia. Desde los cinco años considero que nació mi vocación de ser torero, jugaba a ser torero en el jardín de la casa, en una ocasión salió mi papá con los pitones y la hizo de toro, para mí fue algo extraordinario. A mi padre le hizo mucha gracia el verme ahí con un capote y una muleta que le había pedido al niño Dios, yo jugaba a ser torero.
Formalmente ¿cuándo inicia su carrera como torero?
Lamentablemente mi padre muere en un accidente automovilístico cuando yo tenía apenas 11 años, fue un dolor muy muy grande, mi padre era mi héroe, mi ídolo, él era grande. Posteriormente mi madre se casa con Manuel Capetillo, me convertí en un adolescente rebelde, dejé la escuela, Capetillo vino a ocupar el lugar de mi papá y yo no lo aceptaba, se agrandó el dolor y es cuando yo me decido por ser novillero, busqué ayuda con el amigo de mi papá Javier Cerrillo y a los 12 años toreamos en algunos festivales con público en San Luis Potosí, alternando con los Silveti, los Solórzano, los Capetillo, los Armillita, Humbertito Moro, entre otros.
Creo que la actuación fue maravillosa, se envenena uno más, crecía el hambre por ser torero, hicimos cinco festivales por la República.
¿Y cómo llega a convertirse en tan grande figura de la tauromaquia?
Fue el sevillano Andrés Gago quien era el abogado de mi padre y me vio nacer, le comenté mi más grande deseo de ser torero, al principio me dijo que era una excusa, que yo quería irme de aquí por mi situación emocional, le dije que era mi vocación, que yo quería ser torero, habló con mi mamá y me llevó a España con la condición de que me haría una prueba y si no tenía aptitudes ni cualidades me regresaba en el primer avión que saliera de Madrid a México.
La prueba fue en la ganadería de Miura, una prueba muy difícil, salió mi vaca, la vaca más grande que había visto en mi vida, no le pegué ningún muletazo bueno, me pegó siete volteretas, me perdonó la cornada, me rompió todo el pantalón, yo estaba todo golpeado, lleno de moretones y rayones, se acabó el tentadero, el regreso a Sevilla fueron dos horas de silencio total, creí que hasta ahí había llegado mi sueño de ser torero. No me atrevía preguntarle a don Andrés cómo me vio, fue hasta otro día que me dijo con su acento andaluz “torear lo que es torear, tú no sabes torear, pero hay una cosa en el toreo que no se aprende que es el valor”, siete volteretas, me levantaba y me volvía a poner delante de la cara de la vaca y otra vez y otra vez, ahí me confirmó, así fue como empecé mi carrera de novillero, con valor.
¿Cuánto tiempo se desempeñó como novillero y cuáles recuerda que hayan sido sus mayores actuaciones?
Lo mío fue muy rápido, empecé a los 16 años y a los 18 tomé alternativa que son casos muy raros, duré dos años y ¡hombre!, Barcelona, Valencia, sin tocar Sevilla y Madrid, pero en todas las plazas de España hice una gran temporada, fue en los años 1972, 73. A finales de 1973, en una Feria de octubre precisamente el 22 tomé la alternativa de manos de Eloy Cavazos como mi padrino y testigo de ceremonia Curro Leal, con una corrida de Jesús Cabrera. En el 74 en la temporada de la Plaza México confirmo mi alternativa con Eloy Cavazos y el Niño de la Capea.
Un 20 de mayo de 1975, aniversario de la muerte de mi padre, confirmo la alternativa en Las Ventas de Madrid como padrino estuvo Palomo Linares y Francisco Linares “Paquirri”.
Matador, ¿cuáles son las cualidades que debe tener un torero?
Hay un ejemplo que me marcó mucho y que me lo enseñó don Andrés, él me preguntó que qué se necesitaba para que lloviera, se pueden enumerar varios factores y en el toreo es lo mismo, hay varias cualidades que se necesitan para ser un buen torero, el valor, el carácter, la disciplina, la inteligencia para entender la técnica, la honradez, la planta, la parte estética, una de las condiciones que hay que tener es parecerse al torero, ya después viene la cuestión de la suerte y la capacidad de entrega. Mi carrera fue siempre muy afortunada, el factor suerte juega un papel muy importante, yo he sido un torero que he entendido la técnica del toreo, me considero un torero clásico, elegante. “Soy Manuel Arruza el clásico del toreo”.
¿Cuáles considera que fueron sus épocas de gloria?
Mis épocas fueron en los años 70, 80 y en los 90 ya no tanto. En Guadalajara fui un ídolo y aquí en Aguascalientes tuve corridas muy importantes, más que los cortes de orejas es lo que dejas tú al aficionado que es como después recuerdan las faenas. Soy un torero consagrado, con 32 años como torero y más de mil corridas. Recuerdo una encerrona en Guadalajara, el indulto de un toro que se llamó ‘Buen Amigo’ de San Mateo también en Guadalajara, faenas con un toro de Pepe Garfias al que le corté las dos orejas y un toro de Carranco al que le corté el rabo en esta gloriosa Plaza Monumental de Aguascalientes. En España, una corrida en Sevilla en el 77, el día de la hispanidad estando presente el presidente de México, José López Portillo, ya que se reanudaban las relaciones diplomáticas entre España y México, le brindé un toro a López Portillo mientras se ondeaban las banderas de México y España.
¿Cuándo se retira y qué sigue para usted?
Mi última corrida fue el 8 de noviembre del 2009 en la Plaza de Toros México con Enrique Ponce y Fermín Spínola, esa tarde maté mis dos últimos toros después de 32 años y esa fue la corrida 1,003. Como un acto simbólico uno se corta la coleta y seguiré siendo torero hasta que Dios me lleve a su Santa Gloria que espero llegar ahí, al infierno no quiero ir, me da mucho miedo.
Por ahora la alcaldesa ha tenido a bien nombrarme coordinador de la Academia Taurina Municipal de Aguascalientes donde tengo 59 alumnos de entre 5 a 25 años. Estoy enfocado en cuestiones administrativas, supervisión y asesoramiento en la formación de los estudiantes del arte taurino. El toreo es un arte, no es un deporte, nosotros somos artistas, buscamos en el arte una expresión, un sentimiento, se busca enseñar la técnica al servicio del arte, la geometría del toreo, entre más conocimientos se tenga de poder, de distancias, hay toques de la muleta y el capote, pulsos, templanza. No me meto en la parte de gustos artísticos, se respeta el estilo propio del torero.
Por último matador, ¿qué piensa de las leyes anti-taurinas, considera que puedan llegar a desaparecer las corridas de toros?
Lamentablemente existe mucha ignorancia, no conocen el toro de lidia, si desaparecen las corridas están promoviendo que se extinga una especie, es una contradicción si los animalistas buscan preservar esta especie. La fiesta brava es cultura y sigue viva a pesar de tantos ataques a través de la tecnología, de la mercadotecnia, aún sigue con mucha fuerza, le falta mucho para agonizar y el día que eso suceda espero no estar vivo o tal vez eso puede ser la causa de mi muerte.