Acapulco (México), 30 jul (EFE).- Con 50 años de tradición familiar, hoy Guillermo Ortega Delgado hereda la fabricación de títeres desde el balneario de Acapulco, dispuesto a preservar este oficio milenario en México.
«El títere aparte de que es un juguete didáctico, también es una representación de una cultura, una danza y tiene para darle imaginación a un niño, para divertir a las personas, es como un regalo, es muchas cosas», comentó este martes a Efe este joven titiritero.
Los títeres o marionetas son unos muñecos que se mueven por medio de unos hilos y tienen una larga tradición en México. De hecho, se estima que los títeres mas viejos fueron hechos con arcilla por la cultura olmeca alrededor del 1.300 a.C.
El céntrico estado mexicano de Tlaxcala se ha convertido en la capital mundial de los títeres y de este lugar es originaria la familia Ortega Delgado.
Ellos son los únicos artesanos del sureño estado de Guerrero que realizan títeres de tela, también conocidos como «cachetones».
Este oficio ha permanecido en la familia Ortega Delgado desde hace 50 años, cuando perdió su empleo y la necesidad de salir adelante hizo que fabricara los primeros títeres.
Con el paso del tiempo su hijo y sus nietos heredaron este oficio, que más que trabajo es una pasión para ellos.
En la actualidad la familia Ortega Delgado está conformada por Petra Delgado y tres hijos, siendo Guillermo, el más pequeño, quien ha decidido seguir con el negocio, luego de que su padre falleciera hace nueve años.
Aunque los primeros títeres fabricados por los Ortega fueron de pasta de papel, han ido evolucionando y se usan otros materiales como yeso o tela.
Pese a los avances en el proceso de creación, los muñecos continuaron siendo muy frágiles.
Actualmente, las marionetas están rellenas de serrín, lo que permite una consistencia única que hace más duraderos a los juguetes.
Costura, llenado, embarrado, pintado, decorado y armado, este el proceso por el que debe pasar cada títere para poder ser vendido.
El proceso de confección es totalmente artesano y se alarga durante una jornada. Finalmente, la marioneta se vende por unos siete dólares.
«Estoy contento de que se vaya a otro hogar (el títere). Que alegren a un niño, a una familia, que tengan algún lugar en algún punto, una casa, un museo, que se vayan lejos», enfatizó Guillermo, quien a pesar de trabajar y mantener a su madre, también estudia en la universidad.
Pese a las vicisitudes de su situación económica, la familia se siente muy orgullosa de sus raíces, que intentan plasmar en cada uno de sus muñecos.
El tlacololero, el diablo de Azoyú, el porrazo del tigre (con máscara de jaguar), así como también, el danzante Guerrero Azteca, figuras de la muerte y de catrinas, la china poblana, el charro, o el venado de Sinaloa, son algunos de los diseños que se pueden encontrar entre la colección de Guillermo y de su madre Petra.
Con 68 años de edad, Petra lleva 40 años siendo la encargada de hacer la ropa y los complementos para los títeres, desde las faldas hasta las trenzas.
«Como dicen los chamacos (niños) ‘hasta que me lleve patas de catre’, ya vamos a dejar de trabajar, porque mientras hay que buscarle para el alimento, hay que trabajar y echarle ganas», dijo a Efe esta costurera de cachetones.
Estos títeres, con su acabado artesanal, han llamado tanto la atención a lo largo del mundo que uno de sus muñecos se encuentra en Francia, luego de que el expresidente Nicolas Sarkozy se llevara un Diablo de Azoyú durante una visita en Acapulco en 2009.
Guillermo pretende seguir con el oficio familiar y asegura que no descansará hasta llegar más lejos con sus títeres, que también se han vendido a canadienses y estadounidenses.
Expandirse y llevar la tradición a todos lados era el sueño de su padre, por lo que han intentado innovar los títeres, convirtiéndolos también en muñecos de trapos.
De esta manera, y sin desatender a la línea tradicional de marionetas, han fabricado incluso figuras en honor a Frida Kahlo.