Berlín, 4 jun (EFE).- La cruz que remata la cúpula de la obra más faraónica de la última década en Berlín, la reconstrucción del Palacio Imperial que acogerá un espacio de diálogo entre culturas conocido como Foro Humboldt, ha reavivado la polémica sobre un edificio que aspira a representar una Alemania inclusiva.
Una inscripción que llama a todos a inclinarse ante la fe cristiana y una cruz dorada coronan desde el pasado fin de semana el edificio, cuya construcción se inició en 2013 y cuya inauguración parcial estaba prevista para septiembre, aunque ha sido aplazada a causa de la pandemia.
«Que en el nombre de Jesucristo doblen la rodilla todos aquellos que están en los cielos, sobre la tierra o bajo la tierra», reza la cita de Federico Guillermo IV de Prusia que decora lo que fue diseñado como un espacio dedicado a las culturas dl mundo y bautizado en honor a los ilustrados hermanos Humboldt.
UNA CONTROVERSIA DE DOS DÉCADAS
La reconstrucción del palacio ha estado marcada por la polémica desde su inicio, cuando en 2008 se derribó la sede del parlamento de la antigua República Democrática Alemana (RDA), que había sido levantado a su vez sobre las ruinas del edificio original, gravemente dañado en la Segunda Guerra Mundial.
El astronómico coste de replicar el palacio en que vivieron los príncipes de Brandeburgo, los reyes de Prusia y el emperador de Alemania, cifrado en 644 millones de euros (723 millones de dólares) -de los cuales 564 proceden de las arcas públicas- ha sido objeto de debate prácticamente a lo largo de las dos últimas décadas.
La colosal reconstrucción, obra del arquitecto italiano Franco Stella, replica tres de las cuatro fachadas originales, en estilo barroco y con águilas prusianas incluidas, mientras que la pared que da al este adopta un estilo moderno para recordar la destrucción del edificio original.
En medio de este simbolismo, la versión oficial es que la cruz representa «un punto de encuentro de diferentes tendencias y posturas», una opinión mantenida también por la secretaria de Estado del Ministerio de Cultura, Monika Grütters, para quien el signo supone «una invitación al diálogo».
«La cruz como símbolo del cristianismo representa amor al próximo, libertad, apertura al mundo y tolerancia», explicó Grütters, perteneciente a la Unión Democristiana (CDU), en una respuesta por escrito a Efe.
Para ella, el nuevo espacio albergará un diálogo entre las diferentes civilizaciones del globo, y en este contexto la cruz ha de interpretarse como una «invitación para conocer las diversas culturas que encuentran su lugar en el Foro Humboldt».
«SEÑAL EQUIVOCADA»
El senador de Cultura de la ciudad-estado de Berlín, el izquierdista Klaus Lederer, defiende por el contrario que, en tanto que símbolo «inequívocamente religioso», la cruz transmite «la señal equivocada».
«Su exhibición en solitario contradice prácticamente todo lo que que queríamos hacer con el Foro Humboldt: demostrar cómo de múltiples, diversas, entrelazadas, amplias y profundas son nuestras raíces», manifestó, en declaraciones a Efe.
Los viandantes que pasan ante el palacio, aún rodeado de grúas y andamios y situado en la céntrica Isla de los Museos junto a las obras de un edificio de apartamentos del arquitecto español José Rafael Moneo, también están divididos, aunque la mayoría piensa que la cruz no es un símbolo representativo de Berlín.
«Vivimos en el siglo XXI. Esta es una ciudad con muchas culturas, muchas religiones, de manera que uno se pregunta si esto es un gesto conforme con los tiempos y si no se podría haber hecho mejor», afirma Inge, una enfermera del norte de Alemania afincada en Berlín.
Karl-Heinz, un ingeniero jubilado aficionado a la arquitectura que ha venido a contemplar las obras, incide, por el contrario, en el aspecto histórico de la reconstrucción arquitectónica. «¿Qué vamos a poner en la cúpula si no es una cruz? ¿La hoz y el martillo?», pregunta, molesto.
ENFRENTARSE AL PASADO COLONIAL
La polémica sobre la simbología de la cruz y de la cita se inscribe además en el debate más amplio sobre la forma en que Alemania debe enfrentarse a su pasado colonial, pues muchas de las piezas que serán exhibidas en el Foro fueron adquiridas en circunstancias éticamente cuestionables.
Este es el caso por ejemplo de una colección de célebres bronces de Benín, que llegaron a Alemania tras ser expoliados por una expedición de castigo británica que destruyó la ciudad, ubicada en la actual Nigeria, a finales del siglo XIX y cuya restitución ha sido solicitada por el gobierno nigeriano.
Los críticos denuncian que, en el contexto de la lentitud de las negociaciones para la devolución del arte robado y de la falta de transparencia sobre la procedencia de este tipo de piezas, la cruz y la inscripción de resonancias imperialistas casan difícilmente con el pretendido diálogo entre culturas.
Está previsto que una escultura de bronce que representa una bandera a media asta recuerde el pasado colonial de Alemania en la escalera central del museo, según anunció recientemente el intendente general del Foro, Hartmut Dorgerloh.
En una entrevista con el diario local «Berliner Zeitung», Dorgerloh afirmó que su intención es convertir el espacio en «un lugar en el que se produzcan discusiones sobre la restitución y sobre el papel de los objetos para la identidad cultural, una casa que albergue muchas voces».
Clara Palma Hermann