Madrid, 22 ene (EFE).- Las razones por las que los pueblos del Neolítico en Europa occidental utilizaron diferentes lugares de enterramiento son motivo de discusión científica y, ahora, una nueva investigación aporta datos que lo clarifican: las comunidades que coexistieron a pocos kilómetros eran notablemente distintas.
Son estas diferencias culturales y en los modos de vida, y no el estatus social de los individuos, las que ocasionaron la existencia de enterramientos diferenciados en el Neolítico Tardío (3.500-2.900 años a.C.) en esa zona de Europa: en cuevas y en tumbas de piedra.
Esta es la principal conclusión de un estudio liderado por la investigadora española Teresa Fernández-Crespo, de la Escuela de Arqueología de la Universidad de Oxford, que publica la revista Science Advances y que se llevó a cabo gracias al análisis isotópico de restos fósiles de seis yacimientos en la comarca española de la Rioja Alavesa.
En concreto, molares de 32 hombres y mujeres adultas de tres cuevas (Las Yurdinas II, Los Husos I y Peña Larga) y tres tumbas megalíticas (Alto de la Huesera, Chabola de la Hechicera y Longar).
El objetivo, reconstruir la historia vital temprana de cada individuo a partir del análisis del esmalte y dentina de los dientes, unos «discos duros biológicos», afirma a Efe Fernández-Crespo.
En su examen, los científicos constataron diferencias ya desde la infancia entre los individuos enterrados en las cuevas y los que están en los sepulcros de piedra, tanto en los patrones de alimentación, en las prácticas de subsistencia y en el uso del suelo y el paisaje.
Por ejemplo, en cuanto a la dieta, los enterrados en las tumbas megalíticas parecen haber consumido un mayor número de productos de origen vegetal, en especial cereales, una práctica que prolongaron hasta la vida adulta, explica la científica española.
Por otro lado, se observa un uso diferente del paisaje entre ambos grupos, con una mayor movilidad entre los varones enterrados en cuevas que sugiere la explotación de un paisaje más diverso.
Mientras, los varones enterrados en los megalitos muestran una movilidad realmente restringida, generalmente asociada con un sistema de residencia patrilocal y, quizá, derechos sobre la tierra, continúa Fernández-Crespo.
Estos hallazgos indican que los diferentes lugares de enterramiento no estaban determinados por el estatus social de un individuo dentro de la comunidad, como se especulaba anteriormente, sino que probablemente fueron un ejemplo temprano de diferencias culturales.
Estas diferencias pudieron haber creado tensiones entre los grupos que, ocasionalmente, pudieron acabar en violencia, apunta el resumen facilitado por Science Advances.
«A menudo se supone que estas poblaciones prehistóricas carecen de diferencias culturales, aunque ha quedado claro que el uso de cuevas y tumbas de piedra se superpone en el espacio y en el tiempo en toda la Europa neolítica», recalca la revista.
Para la investigadora de Oxford, este trabajo apunta a la existencia de un nivel de complejidad social y división cultural no previamente apreciado en el registro europeo, «dando respuesta a más de un siglo de debate sobre el motivo detrás del uso diferencial de cuevas y de tumbas megalíticas como lugares funerarios durante el Neolítico final».
Asimismo, los resultados demuestran nuevas vías de aproximación a cuestiones tan fundamentales como las raíces de la desigualdad social y los modos de interacción entre grupos con formas de vida y creencias diferentes.