César Pastor Guedimin Victoria es de una familia de toreros, aunque su carrera la comenzó tarde a comparación de muchos otros, sin embargo fue fructífera y ofreció grandes tardes a los aficionados, de tal forma que ahora se siente satisfecho de su carrera como matador y ahora como instructor de nuevos talentos.
En entrevista con HIDROCÁLIDO dice que no fue “el mandón” ni la gran figura del toreo, pero a final de cuentas tampoco fue algo que anheló, simplemente siguió su destino y su sueño que era ser torero y así fue durante más de 20 años con una trayectoria que dejó huella, tuvo buen cartel y guarda los mejores recuerdos de triunfos y fracasos, “he sido muy feliz en mi etapa de torero y ahora soy feliz con lo que soy y lo que tengo, muy orgulloso porque siempre he dado lo mejor de mí”.
Matador, cuéntenos algo de sus inicios y ¿cómo es que convenció a sus padres de que le permitieran ser torero?
Pues la afición y la influencia viene de familia, mi papá fue novillero allá por los años 30's, sufrió una gravísima cornada que lo hizo retirarse joven, pero nunca se alejó del amor a la fiesta brava ni a este medio, mi hermano mayor, Víctor, se hizo matador y pues el resto de los hermanos siempre jugábamos a ser toreros, entrenábamos con él a manera de juego ya con el capote y las muletas, íbamos a Chapultepec a hacer ejercicio y a practicar, aprendimos porque es lo que veíamos en casa.
Yo hice mi vida como cualquier chaval en la capital del país hasta que terminé el bachillerato y entregué mi certificado con buenas calificaciones a mis padres, duré un par de meses en la UNAM en la carrera de Economía, pero me decidí a seguir el sueño del torero. Ya estaba viejo para empezar, tenía 18 años, pero tenía ilusión y grandes sueños.
Entonces ¿fue muy tenaz inclusive con sus padres hasta que logró meterse de lleno a las plazas?
Mire, yo creo mucho en Dios y en los destinos y justo en esa época de mi vida conozco a don Fermín Espinosa Armillita, gracias a un torero español, Manolo Cortés, que llegó a torear a la Plaza México y yo andaba ahí entrenando y de pronto me preguntó el matador exitoso si yo quería ser torero y me pidió que lo acompañara a hacer ejercicio, yo me sentía soñado de estar junto a él y luego me invitó para que fuera con él al siguiente día. Yo creo que lo que me vio fue afición y condición física, así como mi gran sueño.
Luego por aras del destino conocí a don Fermín Espinosa Armillita padre, quien me adoptó prácticamente, pues me invitó a Aguascalientes a vivir a la Hacienda Chichimeco y yo acepté, aunque me costó trabajo porque tuve que alejarme de mi familia y mi vida en la capital.
En ese entonces, Fermín Espinosa Armillita chico también era nobel torero, de mi misma edad y yo apenas aspiraba a ser matador, entrenábamos juntos, la consigna fue que me dedicaría a torear las 24 horas del día, en 1978 salgo de Chichimeco en busca de mi sueño.
¿Cómo considera que ha sido su vida?
La vida me ha dado más de lo que pensé, Dios me dio la oportunidad de cumplir muchos sueños, estoy orgulloso de mis hijos, creo que he aprovechado lo que se me ha presentado, con gratas y malas experiencias.
Llegué a ser parte de los mejores carteles en grandes plazas de toros alrededor del mundo, pero recuerdo gratamente aquel 29 de abril, hace ya 30 años, una corrida inigualable de la que formé parte y fui triunfador, aquella tarde alterné con David Silveti, José Miguel Arroyo “Joselito”, yo entré en sustitución de Jorge Gutiérrez.
Aquel día de 1979 fui el máximo triunfador de la Feria de San Marcos, toree 3 tardes, corté 6 orejas, pero la del 29 de abril ha sido inolvidable porque los 3 matadores nos entregamos de una forma total, pasional y profesional, lo que envolvió al público.
También tengo presente aquella tarde de 1992 cuando maté al toro más grande que se ha lidiado en la Plaza de Toros Monumental, fue “Oro Viejo” de la ganadería de “Huichapan” que pesó 658 kilos y es el más pesado que se la lidiado en esta Plaza.
Y ahora como formador de nuevos talentos, la verdad nunca pensé que me dedicaría a esto, pero cuando me lo planteó Antonio Martín del Campo, cuando fue presidente municipal no lo dudé, ha sido otro reto de poder transmitir mis experiencias a los niños y me ilusiona mucho ver a mis niños crecer y a algunos ya triunfadores como toreros o bien por ser gente buena, disciplinada, decente.
Soy feliz con lo que tengo y lo que soy.
¿Qué opinión tiene usted de la polémica sostenida por algunos grupos políticos y de protección animal en cuanto a las corridas de toros?
Yo invito a los políticos y animalistas a que primero se documenten, que estudien el tema para lo que hay suficiente historia y bibliografía. Los toreros no es gozo ni felicidad el matar, lo que nos hace vivir es torear, es dominar el miedo y encontrar la incógnita que nos hace vivir intensamente y eso lo transmitimos a la afición. Quien decide ser torero no lo hace por el placer de matar como algunos quieren hacerlo creer, por el contrario, nosotros sabemos que debemos estar preparados física y mentalmente, pues podemos ser heridos e inclusive perder la vida misma.
Cuando se retiró del toreo incursionó en otras actividades, ¿nos puede compartir?
Para distraerme y no tener malos pensamientos, invertí en agencias de viajes y luego tuve la inquietud de formar un Centro de Desarrollo Infantil, hice esas actividades diferentes donde también fui fuente de trabajo.
Matador, la vida del torero es de mucha luz y ajetreo, en su vida personal ¿cómo le ha ido?
Bueno, ahorita tengo una pareja desde hace casi 10 años. Tengo tres hijos, Delfina María de mi primer matrimonio, ella vive en Mérida, es ingeniero en Biotecnología, me divorcié porque bueno, tal vez fue difícil vivir con un torero y realmente no funcionó y cada quien siguió su camino.
De mi segunda unión son Julio César y José María que decidió abrazar la profesión igual que yo, José María Pastor actual matador de toros.
¿Cuál es la experiencia que ahora tiene como instructor de los adolescentes?
Siento una gran satisfacción que se me haya considerado para esta labor porque estamos formando hombres de bien. Hay que hacer notar que el toreo realmente es una disciplina que permite el desarrollo de la disciplina, el respeto, el amor a la profesión, el amor a su persona y al animal, también desarrollan el dominio de sus emociones y adquieren madurez.
Es claro que no todos los niños que acuden a la Academia Taurina de Aguascalientes no van a ser matadores, pues cada uno tiene su propio destino, pero lo que es claro es que serán hombres de bien, gente positiva y conocedora del arte a profundidad.