Con profunda solemnidad, este viernes fue cerrado el féretro que guarda los restos del papa Francisco, en una ceremonia íntima celebrada en la Basílica de San Pedro. El acto marca la antesala del funeral que se llevará a cabo este sábado, donde líderes de todo el mundo rendirán homenaje al primer papa latinoamericano.
Presidida por el cardenal camarlengo Kevin Farrell y dirigida por el maestro de ceremonias Diego Giovanni Ravelli, la liturgia incluyó símbolos llenos de significado: sobre el rostro del pontífice fue colocado un velo de seda blanca, y dentro del ataúd se introdujeron tres elementos que resumen su vida y pontificado.
Uno de ellos fue el rogito, un pergamino sellado que recoge en latín los hitos más relevantes de su vida pastoral: su firme lucha contra los abusos en la Iglesia, sus visitas a cárceles y centros de acogida, y su constante llamado a la misericordia. También se destacó su compromiso con los pobres y su estilo pastoral sencillo y cercano.
El segundo elemento fue una bolsa con monedas acuñadas durante su pontificado, símbolo de los años al frente de la Iglesia. Y el tercero, quizás el más íntimo, fueron sus propios zapatos usados, un gesto que refuerza la imagen de humildad que siempre quiso transmitir. Además, el féretro fue sellado con su escudo papal grabado en la tapa, símbolo de su identidad espiritual y servicio.

El ataúd, hecho de madera de ciprés y revestido de zinc, fue colocado cerca de la tumba de San Pedro, donde permanecerá hasta el inicio de las exequias. Posteriormente será trasladado a la basílica de Santa María la Mayor, donde, como pidió en vida, será sepultado sobre tierra desnuda.