El encuentro entre Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump fue, en mi opinión, todo un éxito, más en la forma que en el fondo, pero éxito al fin y al cabo.
Yo la verdad sí pensé que Trump le iba a hacer un extraño a AMLO, que iba a aprovecharse de su indudable posición predominante para humillarlo y hacerle una grosería para congraciarse con sus votantes. Pero no. Las palabras que se dijeron el uno al otro no fueron más que halagos y más halagos. Diplomacia pura y dura.
¿Cómo se logró que una reunión que parecía estar destinada al fracaso, fuera un éxito?
No fue la buena vibra entre Presidentes lo que hizo que no se insultaran. No es que se hayan caído bien. Acá hubo un trabajo de cabildeo y construcción de discursos en el que sin duda se vio la mano del mejor colaborador que tiene en su Gabinete López Obrador: Marcelo Ebrard. Antier en la Casa Blanca se vio la mano de Ebrard.
Empezando por el discurso del Presidente de México que fue diplomático, amistoso, bien estructurado, que no criticó ni al capitalismo ni al neoliberalismo, que alabó el libre comercio, que alabó la región de América del Norte. Se nota que ese discurso se lo escribió un moderado y no hay mejor moderado en el Gobierno que el canciller. Bueno, hasta la velocidad en la forma de hablar del Presidente aumentó. No hizo AMLO las eternas pausas de las mañaneras. Fue fluido y leyó muy bien. Ebrard le aumentó las revoluciones a su jefe.
Pero quizá donde más se vio la mano del secretario de Relaciones Exteriores fue en la integración de la comitiva que acompañó a López Obrador. A la Casa Blanca no fueron, gracias a Dios (o a Ebrard), ni Rocío Nahle, ni Manuel Bartlett, ni ningún otro elemento tóxico y radical de la 4T.
En su lugar fueron los Shark Tanks, es decir, Carlos Bremer y Patricia Armendáriz, el ingeniero Carlos Slim, Olegario Vázquez, Alejandro Hank y otros empresarios más que se sentaron con los Presidentes de cada país y con los CEOS de las grandes corporaciones estadounidenses del sector energético, del sector industrial, del sector primario y de otros sectores.
Fue una cena, la de los empresarios, de altura, como también de altura fue la comitiva de AMLO y en eso, sin duda alguna, influyó el canciller.
Este Gobierno necesita más sucesos como el del miércoles. Necesitamos más Ebrard y menos Nahle o Bartlett, más apertura al mundo y menos cerrazón, más empresas y menos prejuicios y dogmas del siglo pasado. Con un perfil como el de Marcelo, el Presidente puede hacer muchísimas cosas grandes por México sin la necesidad de recurrir a elementos tóxicos, sin la necesidad de recurrir al radicalismo.
Bien por AMLO, y muy bien por el canciller.