Oaxaca (México), 1 nov (EFE).- La música de viento identifica a las comunidades del sureño estado mexicano de Oaxaca y sella la vida desde que las personas nacen hasta que exhalan su último suspiro para entrar al mundo de los muertos.
Este vínculo musical es insustituible en los festejos de los muertos del 1 y de 2 de noviembre, especialmente en Jalapa del Valle, donde fuera de toda solemnidad los vivos bailan por dos días para festejar a los muertos, relata a Efe Margarito Fernández, funcionario de este municipio ubicado en la región central de Oaxaca.
«Salen desde la mañana dos grupos iguales, agarran por diferentes partes del pueblo y bailan hasta la noche, recorren las casas y obviamente visitando a todos, que también les dan un apoyo pues también los visitan en sus casas, todo el día, hoy y el día de mañana», comenta.
Las llamadas «muerteadas de Jalapa del Valle» son así toda una exhibición imaginaria de la convivencia entre la vida y la muerte, entrelazados por las bandas de música de viento.
En la celebración intervienen personajes clásicos e insustituibles como los abuelos, el diablo, la muerte, las viudas y las monjas, que son interpretados por la gente del mismo pueblo.
El costo de la fiesta sí que repercute en la economía familiar, pues se gasta en música y bebida, y obviamente en los disfraces que llegan a costar más de 6.000 pesos (unos 310 dólares).
Osmar Gustavo López forma parte del grupo artístico «Los viejos jambados» de Jalapa del Valle que se encargan de organizar la ruta de las comparsas y prever los gastos que implica la fiesta de los muertos.
«Depende mucho del tipo de disfraz, aquí hay disfraces de esponjas, hay disfraces de cascabeles, hay disfraces de tela y todos representa un gasto, algunos más, algunos menos, y sí, la mayoría los elaboran acá, un monto aproximado sería complicado, pero cuando menos sí se gastan unos 1.200 a 1.500 pesos (entre 62 y 78 dólares)», señala.
Asegura que por lo menos en un disfraz algo sencillo por decirlo así y de ahí se sigue se va elevando hasta 6.000 (unos 310 dólares) por disfraz».
Pero el gasto queda en segundo término, porque aquí lo que cuenta es que la tradición no se pierda y sea herededa entre generaciones, como ocurre con las hermanas María y Leydi Osorio. que fueron vestidas de monjas de ultratumba.
Aunque las hermanas radican en la capital del país, vuelven en estas fechas para no dejar morir la tradición de las «muerteadas» de su pueblo natal.
«Nosotros nacimos aquí, aquí vivimos, y cada año venimos y bueno, pues nos los inculcan nuestros abuelos luego nuestros papás y es algo muy bonito, igual yo traigo a mis hijos, igual ellos ya están grandes y les voy inculcando lo mismo», explica una de ellas.
Pero también se han agregado nuevos personajes, algunos salidos de las redes sociales o de la imaginación de cada uno de los habitantes de Jalapa del Valle.
Por ejemplo, en el panteón de esta agencia municipal estaba aguardando Erick Avendaño López, quien fue disfrazado de su ídolo José José, el artista mexicano fallecido este año.
«Jalapa del Valle se caracteriza por ese respeto que se tiene a los personajes de aquí, como a los mexicanos, a personajes públicos como José José y pues son es con ningún afán de molestar, es de poder representarlos y de esta manera hacer que sigan viviendo con nosotros»
Estuvo también la caracterización del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a quienes sus escoltas, fuertemente armados, no dejaron hablar ante los medios.
El origen de estas celebraciones se confunde entre el sincretismo de la cultura prehispánica y la herencia de los conquistadores españoles.
Incluso se afirma que esta fiesta de algarabía se practicaba en el Oaxaca colonial bajo las reservas de no ridiculizar la religión católica que ahora no es impedimento para los danzantes.