La principal economía del mundo, la de Estados Unidos de Norteamérica, comienza a mostrar síntomas de estar próxima a una recesión económica, de acuerdo a publicaciones especializadas de diferentes analistas financieros y económicos, banqueros y firmas de análisis de riesgo; el nerviosismo se ha contagiado por todo el mundo.
La segunda economía, China, también presenta síntomas de estancamiento y como consecuencia arrastraría a todo el mundo a una crisis económica.
Por si algún ingrediente le faltara al caldo de la recesión económica mundial, la guerra que libra Ucrania con Rusia, otra potencia mundial, ya afectó los precios de los alimentos y los energéticos, no sólo en la Unión Europea, principal zona de influencia, alcanzó ya al resto del mundo.
La recesión económica de acuerdo a las definiciones de la teoría económica, es un período prolongado de declive económico, como ya es el caso de México que desde que inició el sexenio de López Obrador viene a la baja nuestra economía, la pandemia lo mandó al sótano y de ahí no hemos podido salir. Baste un ejemplo, de acuerdo a datos del INEGI, al día de hoy nuestro PIB per cápita es equivalente al del año 2013, lo que significa 9 años de retroceso. Lo ejemplifico con otros datos, el crecimiento económico por sexenio más alto fue el de Carlos Salinas de Gortari (4.1), el más bajo fue el de Felipe Calderón Hinojosa (1.8), el de López Obrador es negativo (-10.5).
El presidente López exhibe como un logro económico de su sexenio el incremento en las remesas de dólares que envían los mexicanos radicados en Estados Unidos, ciertamente que durante 24 meses consecutivos han tenido crecimiento, tan sólo de enero a abril fue del 17.6%, pero ello no significa mérito del Gobierno, al contrario, es una asignatura reprobada, porque no se han generado las condiciones para que el empleo crezca, de modo que el mexicano al no encontrar oportunidades laborales, o no ser bien remuneradas para satisfacer las necesidades de la familia, tiene que salir de su país para encontrarlas. Es de vergüenza lo que sucede, no de orgullo.
Y mientras el desempleo crece, la inflación avanza y la recesión económica persiste, el Gobierno insiste en tirar miles de millones de pesos en obras que no tendrán rentabilidad social ni económica, un ejemplo es el aeropuerto de Santa Lucía o Felipe Ángeles, que en su primer mes de operaciones perdió 23 millones de pesos por la subutilización incluso por parte del mismo Presidente que sale de viaje desde el aeropuerto Benito Juárez. Súmele los 105 mil millones de pesos que llevaba de costo de construcción al momento de la inauguración sin estar terminado. Adicionales los casi 332 mil millones de pesos de la cancelación del aeropuerto de Texcoco.
Un caso más, el próximo 2 de julio será inaugurada la refinería Olmeca, o Dos Bocas, pero ‘funcionará durante medio año como almacén’ según lo informó López Obrador, y expertos opinan que realmente comenzará a producir gasolinas a finales del año 2023. La refinería tendrá un costo al momento de la inauguración de 9,800 millones de dólares (casi 200 mil millones de pesos), y lo más insólito, ganamos más vendiendo el petróleo crudo que vendiendo gasolina refinada, construida a siete años de la reconversión mundial automotriz de vehículos de gasolina a eléctricos.
Una perla más del derroche de recursos públicos sin retorno es el Tren Maya, entrampado por amparos en el famoso y polémico tramo 5, cuyo costo inicial quedó en papel, hoy debido a las modificaciones se estima tendrá un costo de 230 mil millones de pesos, 15% más que la refinería Olmeca.
Y así podríamos seguir sumando miles de millones de pesos al derroche gubernamental en programas que no funcionan como ‘Tandas para el Bienestar’, consistente en préstamos a la palabra que fue un rotundo fracaso, se le destinaron 7 mil millones de pesos en números redondos y sólo el 11 por ciento las pagó, lo que significa que perdimos 6 mil 230 millones de pesos.
Luego entonces recesión, inflación, economía mundial desequilibrada y pésimas políticas económicas han hecho de México un país en el tobogán de pobreza.