París, 26 feb (EFE).- La opulencia y el lujo se impusieron este miércoles en la pasarela de París con las firmas Lanvin y Rochas, que cargaron sus líneas otoño-invierno 2020/21 con pedrería, finas sedas y depurados cortes de sastrería.
A primera hora de la mañana, compradores, estilistas, periodistas e influentes pusieron rumbo a la antigua Manufactura de los Gobelins, una antigua fábrica de tapices creada en el siglo XVII por Enrique IV donde la moda francesa encuentra el origen de su artesanía.
Fue el lugar elegido por Bruno Sialelli, director creativo de Lanvin, para mostrar una colección invernal que bebió directamente del trabajo de la fundadora Jeanne Lanvin en los años 20 y 30: vestidos de seda a media pierna bordados con pedrería, guantes de piel hasta el codo y redondeados abrigos de pelo.
Con un maquillaje glamuroso -brillantes labios rojos y una marcada línea de ojos- bien podría haber sido la actriz Lana Turner o Ava Gardner, iconos del Hollywood dorado, quienes desfilaran en pasarela, en el marco de la semana de la moda de París.
Una discusión entre el pasado, el presente y el futuro de la firma más antigua de París que ha vivido varios años tumultuosos desde la abrupta salida del diseñador israelí Alber Elbaz en 2015, lo que inició una sucesión de efímeras colaboraciones con creadores que no terminaron de cuajar.
Con Sialelli, que venía de trabajar codo con codo con el británico Jonathan Anderson en Loewe, y que fue fichado por Lanvin en 2019, la «maison» parece volver a sentirse cómoda.
El francés, de 32 años y natural de Marsella, propuso una elegancia rejuvenecida, con capas de piel -una sensibilidad particular hacia el cuero que recuerda a Loewe-, pero también vestidos fluidos, chaquetas de hombros redondos marcadas en la cintura, pantalones de traje anchos y maxivestidos floreados.
«Mirando el pasado de la casa fue importante para mí descubrir cómo Jeanne Lanvin consiguió ascender en la escala social, pese a nacer en una familia pobre donde, como hermana mayor, tenía que cuidar de sus hermanos. Quería trasladar eso a las prendas», explicó a la prensa tras el desfile, que contó con las modelos Gigi y Bella Hadid.
El lugar escogido, según Sialelli, fue un homenaje a la «primera casa de lujo de Francia», aunque el joven creador no dudó en bromear con los 15 años que un artesano podía tardar en terminar un tapiz, frente a los menos de seis meses de los que él dispone para hacer una colección.
Tampoco la firma Rochas descuidó el lujo en su línea prêt-à-porter, cargada de camisas bordadas, abrigos de satén decorados con plumas, bermudas brillantes y sedosos vestidos de manga larga a media pierna.
«He trabajado la esencia de Rochas, que es lo que llevo haciendo los últimos años. He utilizado tejidos muy lujosos y de gran calidad. Es una línea muy pura con acentos de glamour pero de manera muy rompedora», consideró el diseñador de la marca, Alessandro dell’Acqua, en declaraciones a EFE.
En los colores, predominó la paleta de tonos tierra, con una serie de abrigos masculinos en camel y trajes anchos en lana, pero también en estilismos de noche, como un conjunto de vestido largo y abrigo con decoraciones brillantes y un vestido de piel, efecto corsé, en marrón.
Este miércoles, fue además el estreno del diseñador portugués Felipe Oliveira Baptista en Kenzo, cuya llegada promete sacudir la marca que durante los últimos ocho años concibieron los estadounidenses Humberto Leon y Carol Lim.
Baptista ha abandonado el estilo popero de Leon y Lim y ha reorientado la silueta a una «poesía asiática» mezclada con el «rigor del patronaje europeo».
Abrigos reversibles en tonos lisos y estampados combinados con parkas a modo de capas, vestidos anchos con cremalleras en una pasarela fluida, en tonos naturales y formas amplias.
Por María D. Valderrama