Madrid, 20 ago (EFE).- Los fósiles esconden secretos, muchas veces sorprendentes e inesperados, como el hallazgo de un equipo de paleontólogos al suroeste de China: un fósil de un animal de cuatro metros dentro del estómago del esqueleto casi completo de un reptil marino gigante, similar a un delfín y conocido como ictiosaurio.
Ese segundo esqueleto, según los investigadores, pertenecía a un reptil acuático, esta vez parecido a un lagarto y conocido como talattosaurio, y es uno de los fósiles más largos que se han encontrado en el estómago de un reptil marino prehistórico.
Aunque los científicos no pueden decir con seguridad si el talattosaurio fue carroña o presa, este trabajo podría ser la más antigua evidencia directa de que los reptiles marinos del Triásico, como los ictiosaurios, que antes se creía que se alimentaban de cefalópodos, eran superpredadores.
Los hallazgos aparecen en la revista iScience, en un artículo que firman, entre otros, científicos de la Universidad de Pekín y la Universidad de California en Davis.
«Si se mira a través de todos los reptiles marinos similares que vivieron en la era de los dinosaurios, en realidad nunca hemos encontrado en sus estómagos algo articulado parecido a esto», asegura Ryosuke Motani, de la Universidad de California.
Los investigadores no encontraron huellas de la actividad de ácidos estomacales, por lo que este ictiosaurio de casi cinco metros debió de haber muerto muy pronto después de ingerir su último alimento hace unos 240 millones de años.
«Al principio no lo creíamos, pero después de pasar varios años visitando la excavación y viendo los mismos especímenes, finalmente fuimos capaces de digerir lo que estábamos viendo», resume Motani.
Hasta ahora, los investigadores pensaban que los ictiosaurios se alimentaban de presas pequeñas como los cefalópodos.
Motani recuerda que ya se había sugerido que para ingerir especies grandes no eran cruciales los dientes en punta «y nuestro descubrimiento realmente apoya eso. Está bastante claro que este animal podía procesar gran alimento usando dientes romos».
No obstante, los investigadores no saben si el ictiosaurio mató al citado individuo o simplemente lo recogió. «No había nadie allí filmando», aunque hay razones para creer que no se trataba de un caso de carroñeo, asegura Motani.
Y es que los modernos estudios de descomposición marina sugieren que, si se deja que se descompongan, las extremidades del talattosaurio se desintegrarían y se desprenderían antes que la cola.
En cambio, aquí se encontró lo contrario: las extremidades del talattosaurio estaban al menos parcialmente adheridas a su cuerpo en el estómago, mientras que se halló una cola desconectada a muchos metros de distancia, lo que lleva a los autores a creer que fue arrancada y dejada atrás por un depredador como el ictiosaurio.
Tanto si el ictiosaurio mató a su última comida como si no, el fósil proporciona la evidencia directa más antigua de que estos reptiles marinos gigantes consumieron animales más grandes que los humanos.
«Esto sugiere que la superpredación fue probablemente más común de lo que pensábamos anteriormente», concluye Motani en sendas notas del grupo Cell, editor de la revista, y la Universidad de California.